Todos han oído hablar del Botox. Algunos lo asocian con rostros sin arrugas, otros con celebridades de Hollywood, y unos más con memes virales que critican sus efectos cuando se abusa de él. Pero detrás de este nombre comercial, que suena más a marca de cosméticos que a medicina, se esconde una de las neurotoxinas más potentes jamás descubiertas por la ciencia. Una toxina que pasó de ser temida por provocar intoxicaciones alimentarias a convertirse en un tratamiento médico altamente eficaz y en uno de los productos más rentables de la industria estética. Hoy, el Botox no solo representa un ritual de belleza, sino un negocio global que mueve miles de millones de dólares anuales, marcando tendencias en salud, estética y consumo.
Hoy en El Embrion, exploramos cómo una toxina bacteriana se convirtió en un fenómeno estético, médico y económico, y por qué las grandes farmacéuticas apuestan a largo plazo por el futuro de un cutis sin arrugas.
El origen del Botox: de toxina mortal a milagro médico.
La historia del Botox comienza con el clostridium botulinum, una bacteria descubierta en el siglo XIX que causa botulismo, una enfermedad rara, pero potencialmente letal, que provoca parálisis muscular. Durante mucho tiempo, esta toxina fue vista como una amenaza, especialmente en el contexto de la seguridad alimentaria. Pero a partir de la década de 1970, algunos investigadores comenzaron a estudiar sus posibles aplicaciones médicas debido a su capacidad para bloquear los impulsos nerviosos de manera precisa y localizada.
Fue en 1989 cuando la FDA aprobó el uso de la toxina botulínica tipo A para tratar condiciones médicas como el estrabismo y los espasmos musculares faciales. Sin embargo, el verdadero punto de inflexión llegó en 2002, cuando fue aprobada para uso cosmético, específicamente para tratar líneas de expresión en el entrecejo. Desde entonces, su crecimiento ha sido explosivo. Lo que antes era un procedimiento reservado para celebridades y pacientes adinerados, hoy se ha democratizado hasta formar parte de la rutina de belleza de millones de personas en todo el mundo.
Una industria que no se arruga
El mercado global del Botox, incluyendo sus versiones estéticas y médicas, superó los $7,000 millones de dólares en 2023. Las proyecciones indican que alcanzará más de $10,000 millones de dólares para el año 2027, impulsado tanto por el envejecimiento de la población como por la creciente demanda entre consumidores jóvenes. Esta industria está liderada por AbbVie, una de las farmacéuticas más grandes del mundo, que adquirió Allergan —la empresa detrás de Botox— por $63,000 millones de dólares en 2020. Esta adquisición no sólo consolidó su dominio en la estética médica, sino que también reforzó su portafolio ante el declive de su medicamento estrella, Humira.
Pese a la aparición de competidores como Dysport (de Ipsen), Xeomin (de Merz) y Jeuveau (de Evolus), Botox sigue manteniendo una posición dominante en el mercado.