“Como loco”, “Súper ocupado”, “Full”, “Saturado” “En friega”, “Corriendo”, son todas respuestas comunes a la pregunta: "¿Cómo estas?", cuando nos encontramos con alguien o hablamos por teléfono. Estas expresiones son al mismo tiempo quejas y medallas al mérito. Estar atareado es lo de hoy y a esta nueva moda se le conoce como la glorificación de estar ocupado.
En algún momento tener tiempo disponible empezó a verse mal. Pareciera que nuestro grado de saturación es directamente proporcional a lo extraordinarios que somos como seres humanos. Admiramos a quien duerme menos y come en el escritorio de la oficina porque no tiene tiempo. En esta persecución por la afluencia económica hemos caído en una escasez brutal de tiempo. Ricos en dinero, pero pobres en tiempo.
Me parece que esta histeria en cierta medida es voluntaria. La escogemos. Decimos que sí a todo… Reuniones, clases, fiestas, proyectos voluntarios, trabajo, vueltas, viajes, oportunidades. Agendamos cada media hora de nuestros días. Estamos tan bloqueados como hotel de playa en temporada alta. Los espacios libres en el calendario nos producen ansiedad. Me pregunto si estamos empezando a determinar nuestro sentido de vida en función de nuestro nivel de ocupación y de nuestra capacidad para hacer muchas cosas al mismo tiempo.
Nuestros hijos están ocupadísimos también. Con las mejores intenciones de hacerlos exitosos los metemos en todo. Pasan ocho horas en el colegio –que equivale a un trabajo de tiempo completo- y siguen en clases extracurriculares. Basquetbol, pintura, ballet, guitarra, catecismo, soccer, etcétera. Todavía no se me olvida el año escolar en que mis hijas grandes estuvieron en tres deportes y clases de música. Seguido las recogía del colegio y comían en el carro camino a sus partidos. Más de una vez salieron de mi casa a las 7:30 de la mañana y volvieron después de las 8:00 de la noche. Todavía faltaba la tarea, el baño y la cena. Turnos de más de doce horas a los 10 años. Una locura.
Empatar agendas para invitar amigas era todo un reto de logística… “En dos semanas tienen tres horas libres el viernes de 5:00 a 8:00 después de su juego”, ¿cómo ves?, ¿te funciona?. ¡Ah! pero luego nos parece raro que estén de mal humor, ansiosos, apáticos, deprimidos, agresivos y entonces tenemos que encontrar lugar para la terapia.
¿Qué hacemos entonces?
Hace unas semanas una amiga me hizo llegar un video sobre el concepto “Il dolce far niente” o “El placer de no hacer nada” de los italianos. El antídoto perfecto para hacerle frente a este monstruo de la glorificación de estar ocupado.
Este concepto no tiene nada que ver con flojera. Se refiere a la habilidad para disfrutar y saborear completamente el momento presente. Además consiste en hacerlo deliberadamente y en forma cotidiana. Como parte de la rutina y no solo en ocasiones especiales o estando de vacaciones. Pasar tiempo con los amigos tomando un café, sentarse a ver un atardecer, tomar una siesta, leer un bueno libro, tomar una copa de vino, disfrutar de una comida.
¿Cómo cambiaría la calidad de nuestras vidas si dedicáramos un poco de tiempo al placer de no hacer nada? ¿Qué pasaría si en lugar de revisar nuestro teléfono para ver si llegó un mensaje, si hay una nueva noticia, poner todo inmediatamente en su lugar, jugar videojuegos o ponernos al corriente en series de televisión no hiciéramos nada?
"Creo yo que seríamos más felices. La felicidad no solamente se trata de tener experiencias positivas, sino de tener la capacidad de notarlas, disfrutarlas y prolongarlas.
Estas son algunas recomendaciones para practicar “Il dolce far niente”
Desconéctate. Navegar las redes sociales no cae dentro de la definición del placer de no hacer nada. Toma tu café por la mañana sin tu teléfono. Deja de revisar tus aparatos electrónicos un rato antes de irte a dormir.
Levanta la vista e involucra tus sentidos. Nota lo bonito a tu alrededor. Encuentra un lugar lindo donde sentarte y dedícate a mirar. Ve a la gente pasar, busca figuras en el cielo, siente la brisa, fíjate en los colores, descifra sonidos y pon atención en los olores. ¿Ejemplos? Un día de cielo azul, el sol calentando tu piel, olor a galletas en tu casa, un amanecer, un baño de tina, ver a través de la ventana, escuchar tu música favorita, observar las flores o cualquier insecto que ande por ahí.
Menos televisión y más naturaleza. Reduce tu consumo de televisión. Conecta con la naturaleza. Pasa tiempo al aire libre, sal a caminar con tu mascota. Llénate de verde.
Libérate de la culpa. Menos es más. Cuando logramos relajarnos, dormir suficiente y no saturar nuestros días somos más productivos y eficientes. Haz espacios en tu calendario para no hacer nada o para hacer una siesta. De 2:00 a 3:00 de la tarde “Far Niente”. Estar ocupados el 100% del tiempo ya está pasando de moda. Saca la cabeza por la ventana para sentir el aire mientras manejas en lugar de ir dictando correos a tu teléfono.
Practica tus pasatiempos. Pinta, colorea, toca algún instrumento, escucha música, escribe, intenta una nueva receta, siembra flores, teje, medita. Dedica tiempo a explorar tu creatividad de una manera relajante.
Sáltate algunos pendientes. No tienes que recoger la mesa y lavar los platos inmediatamente después de comer. Disfruta el postre, el café, la sobremesa, la conversación y las risas de quienes te acompañan.
Elige un día de descanso. Puede ser el sábado, el domingo o cualquier día que te quede bien. Ignora los mensajes en los miles de chats de tu teléfono, pasa un día en tu casa, quédate metido en la cama, disfruta a tu familia.
Ten presente la temporalidad. Recuerda que nuestras experiencias no duran para siempre –aunque así quisiéramos- y cuando sabemos que son finitas tendemos a disfrutarlas más en el momento.
Habitar, disfrutar el momento presente, notar y agradecer lo que tenemos. No sólo sábados, domingos y días de vacaciones, sino un rato cada día. Quitémosle glamour al estar todo el tiempo ocupados y disfrutemos de los pequeños detalles que sólo podemos notar cuando no hacemos nada.
Y tú… ¿Qué vas a hacer para no hacer nada?
Tomado de aquí
Nicole Fuentes
Consultora en psicología positiva y catedrática en la Universidad de Monterrey.