via: Pictoline
¿Cómo es que un país que trabaja
tantas horas sea tan poco productivo? Eso, mis queridos niños de la favela solo
se puede explicar de una manera, el famoso y tan reconocido término horas
nalgas, refiriéndose así a horas de tiempo perdido en el trabajo sin
hacer nada, técnicamente son horas no trabajadas pero remuneradas. Y es que, en
eso, como país, somos líderes. Patrones que buscan maximizar las 48 horas
que marca la Ley Federal de Trabajo, por otro lado, godínez en grupos de ocio
discutiendo qué marca de café es mejor, cuántas horas tuvieron que hacer en el
transporte, quejándose de sus jefes, de las novedades en el catálogo del
tupper, pláticas huecas, sin sentido, intrascendentes (como aquí, pero el tema
es que en tu oficina sí te pagan por estar pendejeando). La mayoría de
godinitas utiliza este tiempo de espera para salir en cosas que no demanden
gran capacidad de concentración, de análisis o de juicio crítico; navegar en
las redes sociales, hablar y chatear por teléfono o bien ocupándose de asuntos personales.
Pero “yo ya pinches acabé mi trabajo, ya puedo hacer lo que quiera a fin de
cuentas estoy siendo productivo”,
responderá usted mi querido robalonches, y justo aquí está el problema;
reza un sabio dicho budista: lo que no se mueve se estanca, y lo que se estanca
se pudre, lo que se pudre se muere, justo esto sucede con la mente del
oficinista que se instala frente a su computadora o su celular y brinca de un
tema a otro, de una noticia a otro, de un blog a otro (lo siento, no pude
soportar la tentación) y ¿cómo esto afecta tu vida? Es simple, impacta en el
centro de toma de decisiones, tu cerebro. Y es que las investigaciones lo
constatan, un cerebro poco atento divagará entre un tema y otro sin poder puntualizar
nada, y aquí la capacidad de concretar no se circunscribe solo al trabajo de oficina,
se extiende a todas las áreas de la vida, léase, la salud, las finanzas, el
sexo, la alimentación, el autocuidado, el desarrollo personal y profesional …
una lista infinita, y aquí es cuando el cerebro se hace atole. ¿El antídoto? Enfocar la atención durante las horas de
trabajo en las que no hay “mucho por hacer”.
Aquí te presento tres alternativas simples, fáciles y
baratas, así como te gustan las cosas, para que el tiempo muerto enriquezca tu
calidad de vida, más allá de las horas de tu tiempo que le vendes a tu oficina:
1.- Lee un libro:
Sí, lee, se ha comprobado que la lectura enriquece la capacidad de atención,
mantiene e incrementa la memoria y mejora el acervo. Lee un
libro de papel, aléjate en la medida de lo posible de lo electrónico.
2.- Invierte en una
buena silla: Si eres como una gran mayoría de los oficinistas del país que
tienen la silla heredada de quién ocupó su puesto años atrás, o eres víctima
del presupuesto y las decisiones de la RH en turno y tienes algo bonito, pero
poco cómodo no solo tu cuerpo, sino tu mente pagará esa factura. La deficiente
ergonomía en sillas y mesas de trabajo, así como una pésima ubicación de
computadoras y permanencia prolongada en una misma postura traen como
consecuencia un incremento de lesiones biomecánicas, músculo-esqueléticas,
incomodidad y excesiva carga física y mental. Adapta tu cubículo.
3.- Medita: Pero
¿cómo hacerlo, mi amada pandita tibetana? Se preguntará usted, mi adorable
lector. ¿Has visto en las películas que los que meditan usan velas, incienso y mantras?
Ah, pues bien simple, es una manera de estabilizar la atención, y justamente de
eso se trata la meditación, de ubicarla en el aquí y el ahora. ¿Cómo meditar
dentro de la oficina? Colorear,
escribir a mano una nota, jugar con un jardín
de arena, todo eso es una forma bonita y practica de mantener la mente en
este momento, en este lugar.
Ser godínez no significa vivir feo, sin embargo, no prestar
atención a la manera en la que se vive es algo común en los gutierritos de este
siglo.
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amigos. Si no, muérdete el codo.
L.