En medio de lo que ahora es desierto, Babilonia floreció para convertirse en una ciudad influyente y centro de la civilización mesopotámica durante miles de años.
La antigua Babilonia floreció y vio su ocaso a unos 100
kilómetros al sur de Bagdad, en lo que ahora es Irak, cerca del río Éufrates.
Fue la cuna de imperios y reyes, jardines colgantes reverdecidos, arquitectura
desafiante, dioses de oro, y un estricto código de leyes conocido por el «ojo
por ojo».
La ciudad fue centro de la civilización mesopotámica desde aproximadamente el 2,000 a. C. hasta el 540 a. C. Los importantes descubrimientos babilónicos en matemáticas, física y astronomía, la convirtieron en un gran centro intelectual, que se contrapone a su fama bíblica.
Los antiguos registros de este imperio todavía son utilizados por los astrónomos para estudiar el cambio de la rotación de la Tierra, y los métodos desarrollados para medir el tiempo siguen vigentes.
Hammurabi, el autor del código de leyes más antiguo
Sobre la historia temprana de Babilonia y su fundación, se
conoce poco arqueológicamente. Se cree que la ciudad se fundó previo al reinado
de Sargón de Acad, entre 2334-2279 a.C. Algunas fuentes lo reconocen como
fundador, y responsable de la construcción de los templos.
La historia conocida inicia con el famoso rey Hammurabi, quien tras la abdicación de su padre, el rey King Sin Muballit, tuvo un gran impacto en la fortuna del territorio, y transformó el pequeño reino en un imperio poderoso e influyente de Mesopotamia.
El Código de Hammurabi fue un conjunto de leyes inscritas en una piedra por el propio rey, su aplicación era dura, permitía la mutilación de partes del cuerpo y estableció un uso libre de las sentencias de muerte. En ese entonces, también fue reconocido como un ejemplo de reglas para mantener la paz y lograr la prosperidad.
Hammurabi fue un gestor exitoso del reino y de la guerra,
por lo que en un corto periodo, Mesopotamia quedó bajo el dominio de Babilonia.
El declive vino después de su muerte.
Arquitectura que desafió a Dios y al desierto
La grandeza de Babilonia no solo se midió por la extensión
que llegó a ocupar, más de cuatro millas repartidas a orillas del río Éufrates;
su arquitectura también fue monumental en tamaño y extensión.
Uno de los actos desafiantes fue la construcción de la Torre de Babel, que, según la referencia bíblica, buscaba llegar al cielo. Esta habría sido una estructura tipo piramidal conocida como zigurat, y que era común en la ciudad.
En la ciudad, deslumbraban las calles pavimentadas, los edificios de ladrillos esmaltados, las ocho puertas monumentales de la muralla, incluyendo la impresionante Puerta de Istar con relieves de leones y dragones; y la abundante agua que corría a través de un complejo sistema de canales, que servía de riego para sustentar la agricultura.
Nabucodonosor, el segundo gran rey de Babilonia, gobernó un imperio que se extendió desde el Golfo Pérsico hasta las fronteras de Egipto. Este periodo ha sido considerado como el de mayor gloria por el desarrollo y las construcciones.
La ciudad albergaba tres palacios principales: el palacio
del sur medía, el palacio de verano, y el palacio del norte, este último con
terrazas espectaculares cargadas de árboles y vegetación, de lo que habría sido
parte de los Jardines Colgantes de Babilonia.
Babilonia, la caída de una ciudad de santuarios
En la antigua Mesopotamia, no había mejor manera de
humillar al pueblo vencido, que a través del robo de sus deidades. Babilonia
vio salir a sus dioses por las puertas monumentales, convirtiendo el
significado de su nombre ‘puerta de dios’, en un presagio.
La estatua de Marduk, el principal dios de los babilonios, viajó por varias ciudades como botín de guerra. Nabucodonosor la recuperó y la devolvió a uno de los santuarios más grandes, llamados Esagil, y ahí permaneció hasta que la destrucción alcanzó a la ciudad.
La caída del imperio ocurrió durante el reinado de Nabónido. Ciro el Grande, el legendario gobernante persa, tomó la ciudad en lo que llamó un acto sin resistencia.
Tras cientos de años de dominación persa, el imperio fue
capturado por Alejandro Magno en el 331 a.C. El emperador planeó reconstruir
los sitios en ruinas de la ciudad. Sin embargo, murió en uno de los palacios de
Nabucodonosor, y su imperio cayó mucho antes que cualquier ladrillo pudiera ser
colocado de nuevo.
Babilonia, el imperio que un día brilló por sus avances, fue abandonado en los siglos posteriores y sus ladrillos fueron saqueados.
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