Cinco hombres, uno de los cuales afirma ser un antiguo empleado de la CIA, fueron detenidos ayer sábado, a las 2.30 horas de la madrugada cuando intentaban llevar a cabo lo que las autoridades han descrito como un plan elaborado para espiar las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata en Washington". Esta breve noticia publicada sin más comentarios el 18 de junio de 1972 en el diario The Washington Post, y en la que pocos lectores repararon, cayó como una bomba a pocos metros de la redacción: en el Despacho Oval, la oficina principal del presidente de los Estados Unidos. Para Richard Nixon era el principio del fin.
LOS "FONTANEROS"
Los cinco detenidos no eran simples ladrones que iban a
robar. Eran agentes secretos al servicio del presidente y tenían como misión
colocar micrófonos e intervenir los teléfonos de sus rivales demócratas para
espiarlos. Fueron conocidos como The plumbers, los fontaneros, porque una vez
detenidos declararon: "Si nos contrataron para evitar filtraciones, es que
somos fontaneros", es decir, agentes especiales encubiertos y contratados
por Howard Hunt y Gordon Liddy, dos hombres vinculados al Comité de Reeleccción
del Presidente, un equipo formado por militantes del Partido Republicano creado
por Richard Nixon y al que el presidente había encargado su campaña de
reelección en los comicios de noviembre de 1972.
De este modo, como si del guion de una película de espías
se tratase, arrancaba el Caso Watergate, un escándalo que provocaría la primera
y única dimisión del primer mandatario de los Estados Unidos en la historia. En
menos de cuatro meses, y en un dramático crescendo a ritmo de exclusiva, dos
periodistas del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, fueron los
encargados de desenmascarar la trama que obligaría a salir por la puerta de
atrás al inquilino de la Casa Blanca. La investigación empezó cuando el sábado
17 de junio de 1972, el joven Woodward se acercó al juzgado para escuchar en
directo la audiencia preliminar de los presuntos cinco "rateros",
varios de ellos de Miami, que habían sido detenidos in fraganti en las oficinas
del Partido Demócrata, en el edificio Watergate de la capital federal.
LOS "HOMBRES DEL PRESIDENTE"
Bob Woodward empezó a interesarse en el caso cuando escuchó
que uno de los detenidos era James W. McCord Jr., el consejero de seguridad de
la CIA. También le llamó la atención que otro de los arrestados dijese que
todos eran "anticomunistas" de profesión. Aquella noticia se publicó
al día siguiente, domingo, e iba firmada por Woodward y su compañero Carl
Bernstein, cuyos nombres sólo aparecían al final de la misma.
Pero cuando los periodistas supieron que McCord era también
el coordinador de seguridad del Comité para la Reelección del Presidente en la campaña
electoral, decidieron tirar del hilo y descubrieron que existía una conexión
entre el detenido y gente muy próxima al presidente Nixon, encargada de
resolver algunos problemas incómodos. Eran sus "fontaneros" o, como
se les conocería más tarde, los "hombres del presidente" (Todos los
hombres del presidente sería el título del libro que Woodward y Bernstein
publicarían en 1974 sobre sus investigaciones en este caso).
En una rueda de prensa celebrada el 22 de junio, Richard
Nixon empezó a eludir su responsabilidad en "ese particular
incidente" y, de espaldas a la opinión pública, se empezó a comprar el
silencio de los detenidos mediante el pago de grandes sumas de dinero. El 1 de
julio, el jefe de campaña de Nixon, John Mitchell, presentó su dimisión "ante
la insistencia de su esposa". Para entonces, Carl Bernstein estaba
investigando la "conexión Miami" de los detenidos con parte del
dinero incautado por la policía, que procedía de donaciones privadas que
servían para sufragar los gastos de la reelección del presidente republicano, y
cuyo reparto había supervisado el dimitido Mitchell.
MARK FELT, GARGANTA PROFUNDA
Cada día, tras el cierre del rotativo, Bernstein y Woodward
quedaban con algunos empleados del Comité para la Reelección del Presidente para
intentar sonsacarles información. Dos de ellos, una contable y un responsable
de control de finanzas, preocupados por la dimensión que había adquirido el uso
ilegal de fondos en la campaña, les revelarían datos muy importantes. Pero la
fuente más decisiva de información fue la que durante más de 35 años Bob
Woodward mantuvo en el anonimato.
Oculto bajo el seudónimo de Garganta Profunda, se
encontraba Mark Felt. Debido al cargo que éste ocupaba dentro de la
Administración (era director asociado del FBI), la relación que mantenía con
Woodward era lo más reservada posible. Usaron diversos tipos de señales para
reunirse, como colocar una bandera roja en el balcón de la casa de Felt, y sus
encuentros se celebraban de madrugada en un parking de Washington.
Durante sus reuniones, Garganta Profunda no revelaba
ninguna información al periodista, pero sí corroboraba todos los datos que
requerían comprobación y, lo más importante, orientaba a Woodward hacia donde
debía encaminar sus pesquisas. En sus reuniones, Garganta Profunda reveló la
agresiva estrategia que estaba adoptando la Casa Blanca para espiar a sus
rivales políticos, periodistas y a cualquiera que el Gobierno considerase
desleal. Por fin, el 21 de septiembre saltaba la noticia: Bernstein y Woodward
afirmaban con rotundidad que John Mitchell había controlado un fondo secreto
para espiar a los demócratas.
El 10 de octubre de 1972, el Washington Post informó de que
la investigación policial había concluido que el asalto a las oficinas del
edificio Watergate formaba parte de un plan de espionaje y sabotaje orquestado
para favorecer la reelección del presidente Nixon. A pesar del escándalo, Nixon
consiguió ganar de forma indiscutible las elecciones presidenciales del 7 de
noviembre de ese mismo año.
IMPEACHMENT
Pero eso no detuvo a los intrépidos Woodward y Bernstein, y
el Washington Post decidió seguir publicando informaciones y mantenerse en la
línea marcada. En enero de 1973, el juicio a los asaltantes del Watergate se
saldó con una amplia lista de condenas, incluida la de James W. McCord. Este ex
agente de la CIA, convertido en jefe del espionaje republicano, volvió a ser
clave cuando envió una carta al juez afirmando que había cometido perjurio, que
los acusados habían recibido presiones para declararse culpables, que había
personalidades muy importantes implicadas y que temía por su vida si revelaba
todo lo que sabía sobre el asunto.
La carta daría un giro inesperado a la cobertura del caso
y, como diría Katharine Graham, directora del periódico: "Toda la prensa
apareció en masa, levantando literalmente las alfombras en busca de pistas. El
Post ya no estaba solo".
Ante todas estas informaciones, el Tribunal Supremo de los
Estados Unidos ordenó al presidente Nixon entregar las cintas secretas
obtenidas en las escuchas a sus rivales políticos para utilizarlas en el juicio
del caso Watergate contra sus hombres. Los jueces resolvieron el debate en una
histórica votación en contra de los argumentos del presidente.
A partir de ese momento, Nixon perdió el apoyo de los
propios miembros del Partido Republicano, que estaban dispuestos a votar a
favor de una solicitud del Congreso de los Estados Unidos para iniciar un
proceso de impeachment (destitución) del presidente. El 8 de agosto, Richard
Nixon anunciaba su dimisión, aunque reconocía que dejar el despacho "es
algo que aborrecen todos los instintos de mi cuerpo. Sin embargo, como
presidente, debo anteponer los intereses de América".
Sacado de la wikipedia, creo.