Año 2017. The Intercept, un medio de comunicación especializado en poder e investigación inspirado por Snowden, recibe unos documentos internos de la NSA —la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos— de manos de un filtrador, con algunos fragmentos censurados. Esos documentos, físicos, recibidos por correo postal, revelaban parte de los planes de Rusia por influir en las elecciones presidenciales que auparon a Trump unos meses atrás. El medio escaneó esos documentos y los publicó junto a la noticia que prepararon, una forma de reforzar su veracidad y credibilidad, presumiblemente dando por sentado que de ninguna forma nadie podría atribuir la filtración a una persona concreta.
Se equivocaban.
La impresora que usó Reality Winner fue quien la delató.
El FBI, tras una rápida investigación de los documentos
publicados por The Intercept, acudió a detener a Reality, que admitió su
culpabilidad y fue condenada a cinco años de cárcel. Reality trabajaba para una
empresa de seguridad privada con acreditación para acceder a estos documentos.
Antes, formó parte de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Su ideología, contraria
a Donald Trump, la motivó para filtrar el documento.
Decidió imprimirlo y llevarlo con ella hasta un lugar
seguro en el que pudo enviarlo por correo postal, algo que intuyó el FBI cuando
comprobó que había marcas de dobleces en el papel. Lo que no sabía la
filtradora es que la impresora dejó unos puntos microscópicos de color amarillo
sobre el documento que revelaban el momento exacto en que imprimió aquel
documento. Una matriz de 15 x 7 (105 puntos) que sirven para registrar el día,
fecha y hora de la impresión, y el modelo de impresora utilizado. Una vez el
FBI vio estos datos, solo tuvo que cotejar quién tuvo acceso a estos documentos
en ese momento e ir a por Reality.
La existencia de esta huella microscópica por parte de las
impresoras es conocida y difundida desde hace mucho tiempo por parte de
entidades como la EFF (Electronic Frontier Foundation), que hasta 2015 iba
registrando los modelos exactos que comprobaban que dejaban estas matrices de
puntos, pero que a partir de 2017 se limitó a señalar que la práctica totalidad
de impresoras del mercado lo hacen de una u otra forma, con puntos amarillos o
sin ellos.
Incluso las que hasta poco antes ellos mismos marcaban como
limpias. Dicho de otro modo, en ese sentido ninguna es de fiar, ya que todos los
principales fabricantes, según la EFF, tienen acuerdos con los gobiernos para
garantizar que las impresiones sean rastreables mediante esta técnica.
Una forma de comprobar si nuestra impresora está marcando
nuestras hojas impresas con uno de estos códigos es escaneando de vuelta el
documento, y aplicando la inversión de colores. Aunque puede ser insuficiente.
También hay herramientas online orientadas a desenmascarar esta matriz de
puntos si le enviamos un archivo escaneado a 600 puntos por pulgada de resolución.
Esta práctica, de todas formas, tampoco es nueva. Ya en la
II Guerra Mundial se usaban códigos ocultos en la documentación enviada por
espías para revelar información que no podía ser detectada por el país de donde
salía. Solo que ahora tenemos al espía en casa.
Sacado de xakata