Las fracturas por fragilidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), ocurren cuando los huesos se fracturan parcial o completamente, ya sea de forma espontánea (por osteoporosis u otras enfermedades crónicas asociadas) o debido a caídas o traumatismos de baja energía, que normalmente no causarían una fractura, como tropezar y caer desde la propia altura.
Para dimensionar la magnitud del problema a nivel mundial, indistintamente del nivel económico, antes de la pandemia por COVID-19, en 2019 se registraron 178 millones de fracturas en el mundo, lo cual representa un incremento de 33.4 por ciento en casi tres décadas, debido en gran parte al crecimiento demográfico y el envejecimiento poblacional.
Las principales fracturas por fragilidad en adultos mayores son: las vertebrales, de muñeca y de cadera, ésta última con una mortalidad de hasta 33 por ciento en el primer año. Se estima que una de cada 12 mujeres y uno de cada 20 hombres sufrirán una fractura de cadera después de los 50 años.
Según la OMS, desde antes de la pandemia, las fracturas causaron 25.8 millones de años vividos con discapacidad, con un incremento de 65.3 por ciento en los últimos 29 años, y subiendo.
Además de la mortalidad, la morbilidad y los años con discapacidad representan un reto crítico para cualquier país. Gran parte de la solución está en el autocuidado, cuyos efectos son más visibles y trascendentes cuando se inicia desde edades tempranas, fomentando un envejecimiento activo y saludable.
Sin lugar a duda, un sistema transversal y coordinado entre los tres niveles de atención, con programas como GeriatrIMSS y OrtoGeriatrIMSS diseñados por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), puede incrementar la capacidad resolutiva en salud, tal como establece el Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030, que en su Estrategia 2.7.10 señala la importancia de responder a las fracturas por fragilidad antes de que sea demasiado tarde.
Aunque existen hospitales capaces de atender el incremento sostenido de estas fracturas, lo ideal es prevenirlas y evitar el costo emocional, el impacto familiar, el dolor, la limitación funcional y el gasto económico asociado a la primera y segunda fractura.
¿Cómo empezar? Desde el hogar, conciliando generaciones, propiciando que nuestro entorno sea favorable para el adulto mayor, sin obstáculos como tapetes o juguetes, asegurar una buena iluminación y mantener el bienestar emocional, mental y físico.
Es esencial conservar la masa ósea y muscular y, si aún no se es adulto mayor, la caminata es un excelente inicio. Lo recomendable es superar los seis mil pasos diarios (idealmente entre ocho mil y 10 mil).
Finalmente, debemos acercarnos a nuestra Unidad de Medicina Familiar del IMSS, donde nos podrán compartir éstas y muchas otras recomendaciones para nuestro autocuidado y evitar a toda costa una fractura por fragilidad.
Sacado de gob punto eme equis