En 1582, el Papa Gregorio XIII instauró el calendario gregoriano, organización temporal que hoy se utiliza de manera oficial en casi todo el mundo
Dentro de la imposibilidad de controlar el tiempo, el ser
humano, como con todo, sí ha intentado siempre medirlo. Ni pautarlo ni
dictarlo, sino más bien señalizarlo para tener cierta noción sobre él, siendo
esto lo máximo que se puede llegar a controlar. Y, para ello, siempre han
existido los calendarios. En tiempos remotos, la medida se basaba en la luz: la
caza, la recolección o el descanso se iba pautando según el Sol y la Luna. Fue
con la llegada de las primeras civilizaciones cuando el paso del tiempo comenzó
a medirse a través de calendarios, habiéndose inventado hasta hoy numerosos
tipos: desde el budista hasta el chino, pasando por el musulmán, el persa, el
egipcio, el helénico, el religioso, el juliano, el maya, el romano o el
gregoriano.
Aquel que utilizamos actualmente, de manera oficial y
generalmente en todo el mundo, es el gregoriano, calendario de origen europeo y
que sustituyó al juliano. Este último fue proclamado por Julio César en el 46
a.C., y se convirtió en el principal de todo el Imperio Romano, así como en
parte de Europa y América. No obstante, como sustituyó al egipcio, cuando se
produjo el cambio hubo un gran desfase, por lo que aquel año duró 455 días y se
agregaron dos meses extraordinarios.
Otro aspecto negativo del juliano es el cálculo en el que
se basaba, pues era inexacto: ocurría un margen de error de 11 minutos y 14
segundos, lo que las estaciones iban cambiando. Esto que comenzó a preocupar a
la Iglesia, ya que podría tener consecuencias en las fechas de las fiestas. Por
ejemplo, de seguir con el calendario de Julio César, la Semana Santa podría
llegar a celebrarse en verano. Por ello, se decidió cambiar de calendario y el
gran paso lo tomó el Papa Gregorio XIII (Hugo Buocompagni): instauró el
calendario gregoriano.
Con este nuevo calendario, la fecha de la Pascua se fijó en
el primer domingo tras el equinoccio de primavera, es decir, 21 de marzo. Así,
se cumplían de forma correcta los escritos bíblicos. Y fue en 1582 cuando
cambiamos teóricamente el tiempo: Gregorio XIII decidió implantar un calendario
cuyo cálculo se basara en un documento realizado por la Universidad de
Salamanca y que estimaba que un año trópico era de 365,242189 días. Para el
cambio, se eligieron unas fechas en las que había pocas festividades: entre el
5 y el 14 de octubre. Así, en 1582 se eliminaron 10 días y en la noche de un 4
de octubre se dio paso al 15, compensando las diferencias.
Este calendario gregoriano comienza en el año uno y se
cuenta a partir del nacimiento de Jesucristo, por lo que no posee año cero. Lo
que sí alberga es un año bisiesto cada cuatro, lo que es resultado del estudio
del tiempo que tarda la Tierra en dar la vuelta al Sol: es de 365 días, 5
horas, 48 minutos y 46 segundos. Este tiempo restante es el que se va
acumulando y, cada 3 años, conforman un día: el 29 de febrero.
Asimismo, el desfase que tenía el juliano y que la llegada del gregoriano mitigó también afecta a las estaciones del año, pues se cumplen siempre en los mismos meses gracias a este arreglo. El calendario fue adoptado, primero, por España y Portugal, difundiéndose paulatinamente por todo el mundo, sobre todo entre aquellos países bajo influencia de la Iglesia católica. No obstante, en lugares como Alemania, Noruega, Inglaterra o Japón no se comenzó a utilizar hasta nada menos que dos siglos más tarde.
Sacado de la razon punto es