6.02.2019

¿A dónde van los muertos?

¿Existe el alma?

Tradicionalmente las personas han tenido la percepción de que existe en nosotros “algo” que es nuestro verdadero “Yo”, y que no muere aunque nuestro cuerpo deje de vivir y se descomponga. Ese “algo” es lo que ellos llaman “alma” o “espíritu”. Ésta es la antigua doctrina conocida como dualismo, que afirma que estamos compuestos por materia y un espíritu inmaterial. Se remonta antes o alrededor del siglo VI AEC, en pueblos tan distantes y diferentes como China, Egipto y Persia (actual Irán), redefiniéndose en Grecia con Platón en el siglo IV AEC. Y es que los seres humanos encontramos muy difícil pensar en que dejaremos de existir totalmente.

Pero los tiempos han cambiado, y la ciencia ha venido mostrándonos la realidad más como es, y no como queremos que sea. Y ahora la moderna neurociencia nos explica que no hay alma, que todo está en el cerebro. Que el “Yo” es lo mismo que la conciencia, y no es algo “espiritual”. Es solamente una función de nuestro cerebro, o como dice el neurólogo español Francisco J. Rubia, es una “construcción cerebral”. Y el hecho de que sea algo que no podamos ubicar, ni dimensionar, no quiere decir que sea “trascendente” o sobrenatural, o que no pertenece a este mundo. Tampoco solemos ubicar por ejemplo el miedo, la alegría, la furia, el amor. Pero todo eso son funciones de nuestro cerebro.

En el video que abajo vinculamos, el especialista español José Ángel Paniego nos explica que con los avances de la ciencia ahora sabemos «que una neurosis, una psicosis, son determinados déficit que están en nuestro cerebro, y que se traducen en enfermedades mentales. Que no son males de ojo, que no son posesiones diabólicas.» Como «sabemos que no hemos sido creados mágicamente por un proceso mágico, hechos del barro, como presuponen algunas culturas alfareras, ni tampoco que hemos sido creados del maíz, como creen las culturas que cultivaban maíz, sino que somos fruto de un proceso evolutivo.» Pero que a pesar de esto, hay todavía «muchos fenómenos que tienen difícil explicación.» Por ejemplo, hay «gente que ha tenido la sensación de salir de su cuerpo», o «gente que ha visto dioses». Sin embargo como explica Paniego, «hoy en día sabemos qué causa esto», y hay para él «cuatro causas principales»:

1. La falta de estímulos sensoriales.

Explica el caso de personas que habitan en el desierto, y sólo ven luz, sol y arena, y de pronto tienen sed, y es fácil que vean un oasis. O el caso de personas que se retiran al desierto a meditar en un determinado dios, y es fácil que lo vean, o que vean al demonio que va asociado a ese dios. También explica que esto le ocurre a los marineros que van por el Ártico, y «que sólo ven un cielo plomizo, que se funde con el mar, un día y otro día y otro día, y terminan viendo islas o seres fantásticos».

Menciona también el caso de un “reality show” transmitido por la BBC en 2009, en el que se «metió a mucha gente en un refugio antiatómico, a oscuras, y al segundo día ya había tres personas que empezaron a tener alucinaciones.» Es decir, son casos en «que no tienes estimulación y tu cerebro genera estimulación externa.»

2. El exceso de estímulos sensoriales.

Como explica Paniego: «Todos sabemos el uso de tambores, de bailes frenéticos, de bailes mareantes, por ejemplo los derviches giróvagos [secta de musulmanes sufíes de Turquía], que hacen un baile [giratorio] continuo relativamente suave, hasta que consiguen unos determinados estados.»

3. Las enfermedades.

Explica Paniego: «la epilepsia del lóbulo temporal se ha asociado con visiones místicas. Es más, hay un señor [el neurólogo de origen indio Vilayanur S.] Ramachandran, que ha encontrado que entre un 30 y un 40% de las personas que tienen epilepsia del lóbulo temporal, tienen hiper-religiosidad; es decir, son personas muy, muy religiosas… Incluso al revés, estímulos religiosos pueden desencadenar ataques epilépticos.»

4. Las drogas.

Menciona que muchas han sido las drogas utilizadas en rituales religiosos.

Explica además José Ángel Paniego que muchas de esas experiencias son inefables, es decir, que no pueden explicarse con palabras. Con respecto a las experiencias de “salir del cuerpo”, menciona que se han realizado muchas experiencias para verificarlas, y no se ha logrado ningún caso documentado científicamente. Mientras que en las “experiencias al borde de la muerte”, se ha comprobado que son casos en que no llega al cerebro suficiente oxígeno y glucosa, aunque llega un poco de sangre, y que se libera un neurotransmisor que nos hace ver la “luz al final del túnel”.

Después de citar otros “fenómenos extraños” concluye Paniego: «Como vemos, la neurología explica de forma bastante clara y contundente todos estos fenómenos». De modo que así como «Si alguien nos preguntara: ¿dónde va la digestión cuando no hay estómago? – Seguramente diríamos: no hay digestión». O «¿Dónde va el cálculo y la capacidad de cómputo de un ordenador cuando le quitas todas las piezas?», tendríamos que decir: «el cómputo es una actividad del ordenador.» Asimismo, si nos preguntan: ¿Para «dónde van nuestros sentimientos, nuestras sensaciones, nuestras emociones, nuestros recuerdos, si quitas el cerebro, cuando se destruye el cerebro tras la muerte? La misma respuesta tendríamos que dar: No van a ningún sitio. No hay mentes o almas descarnadas, sino que el sentimiento o la emoción o el recuerdo o el razonamiento, son frutos y son subproductos de ese cerebro.»

[José Ángel Paniego es egresado de la Universidad Complutense de Madrid, Coordinador del Practicum de Educación para la Paz, y autor de “Educar para la solidaridad”, y “Cómo podemos educar en valores]