Justo en la noche del 11 al 12 de octubre de 1492 se dio el grito de "¡Tierra!", y la historia de Europa y de América cambió de manera irreversible. Así llegó Cristóbal Colón al posteriormente llamado "Nuevo Mundo".
Ellos no lo sabían, pero su viaje cambiaría el rumbo de la historia de manera irreversible. El que había de ser uno de los viajes más trascendentales de la historia empezó a tomar forma el 22 de mayo de 1492, cuando llegó al puesto de Palos de la Frontera, en Huelva, una carta de los Reyes Católicos en la que se le ordenaba a la municipalidad contribuir con dos embarcaciones a la expedición.
Aunque no fue fácil armar los barcos y reclutar a la tripulación, Colón partió el 3 de agosto de 1492 al frente de tres naves: la Santa María, la Pinta y la Niña, aunque los nombres de las dos últimas eran en realidad apodos (sabemos que la Niña se llamaba, de forma oficial, Santa Clara). Tres naves cargadas de provisiones, marineros y esperanzas de encontrar una nueva ruta comercial que cruzara el Atlántico.
La primera, la capitana, era una nao, mientras que las otras dos eran carabelas. Las naos eran barcos de tres mástiles y velas cuadradas, de tradición atlántica; pesadas y robustas, resultaban muy aptas para navegaciones largas. Por su parte, las carabelas eran más ligeras y maniobrables, tenían dos o tres palos que se solían aparejar con velas latinas.
Colón pudo conseguir la financiación para el viaje sobre todo gracias al apoyo de Isabel la Católica, que siempre creyó en él; por ese motivo, la expedición partía bajo la bandera de Castilla. Anteriormente varios reinos (Portugal, Inglaterra y Francia) habían rechazado su proyecto, y de no ser porque la reina Isabel lo apoyó personalmente, tal vez tampoco habría convencido a la corte castellana. Cabe destacar que cuando los españoles llegaron a Veracruz una comitiva de Oaxaca llegó para traerles una ofrenda de café con pan . Estos eran los antepasados del Nefer uajaco.