Hace ya algunos años me juntaba en un grupo de amigos de lo más habitual, jugábamos basquetbol, los fines de semana íbamos a alguna fiesta o nos reuníamos en la casa de alguno de nosotros a tomar cerveza, íbamos a dar la vuelta por ahí a ver que trampábamos, en fin, cosas comunes que hace cualquier grupo de amigos.
Nos llevábamos muy bien, teníamos tanto cosas en común como diferencias, a veces había discusiones pero siempre terminábamos todos riendo o bromeando. Como siempre, no faltaban los apodos, estaba El Pelucas, El Gavirio, El Nariz, El Rata, El Pescue, El Carnitas, El Poncheras Norris, El Yiyo y entre otros, Cayito.
Mi amigo Cayito se llama Oscar, cuando era niño su hermano menor en vez de decirle Oscarito le decía Cayito y pues así se le quedó. En su familia son dos hermanos, papá y mamá. El papá de Cayito era un soberano desmadre! Bueno, en aquel entonces, no sé ahora porque hace muchos años que no los veo, pero recuerdo que siempre andaba muy cantador y alegre, en fiestas, borracheras y peleas de gallos. La mamá en cambio es todo lo contrario, muy seria y muy apegada a la iglesia, a Cayito lo tenía de monaguillo en la iglesia de la parroquia. Recuerdo que siempre bromeábamos con él diciéndole que de monaguillo muy seriesito ahí en misa y afuera a pistear y a maldecir.
Cayito tenía un Datsun 210, blanco, modelo setenta y tantos en el que nos íbamos a dar la vuelta y a cotorrear, jalaba muy bien! Aunque, según Cayito, cuando el carro lo traía su papá siempre fallaba, y cuando lo traía él todo muy bien. En ocasiones cuando paseábamos en el Datsun y empezaba a querer fallar Cayito acariciaba el tablero y le hablaba “Ya! Tranquilo! Tú nunca me fallas” y cosas así cariñosas para que no nos fuera a dejar tirados.
Pues que llega la Navidad! Posadas, fiestas, chupe y parranda! Aquel día 24 de diciembre, no recuerdo el año con exactitud, nos reunimos en la casa de la abuelita de Cayito, él iba a llegar más tarde ya que tuvo que ir con su mamá a la misa de gallo en la que ayudaría al párroco como monaguillo, Cayito y su mamá nunca llegaron a esa cena en casa de la abuela. No supimos que fue lo que había pasado hasta el día siguiente.
Esa noche, madre e hijo estaban listos para irse a la misa, pero sucedió que Don Oscar, el papá, se fue desde en la tarde a tomar, había quedado de estar a tiempo de vuelta en casa para que ellos pudieran ir a la iglesia en el carro. Se hacía tarde, así que decidieron llamar a un taxi, pero en eso llegó Don Oscar patinando llanta, cante y cante, entró a la casa, entregó la llave a Cayito balbuceando unas palabras a las que no le puso atención, ya que había que apurarse a salir para llegar puntuales, y salieron a toda marcha a su compromiso. En el camino a la iglesia, el Datsun comenzó a fallar y Cayito, desesperado por llegar, en vez de acariciar el tablero le dio un tremendo golpe gritando “No me vayas a fallar ahora cabrón!”. Así llegaron sin contratiempo a la misa de gallo
La misa terminó, la gente salía de la iglesia para ir a celebrar la Navidad a sus casas, Cayito y su mamá eran de los últimos en salir ya que había que dejar todo en orden. Hacía mucho frío, de modo que la señora le pidió las llaves del carro a su hijo para esperarlo afuera, así fué. Pasaron unos minutos y la señora regresó con una cara de susto! Cayito preocupado le preguntó que qué era lo que pasaba? Ella nerviosa le dijo que algo estaba pasando en el carro. Mi amigo se despidió rápido del párroco y salió para ver que era eso que estaba pasando, afuera la señora explicó que sentía una presencia extraña en el carro, subieron, cerraron las puertas, ella le pidió a Cayito que se quedara serio, que no hiciera nada para que viera por él mismo lo que trataba de explicarle. Pasaron tan solo uno unos segundos, Cayito pudo escuchar en el asiento trasero como “algo” o “alguien” comenzaba a jadear, volteó hacía atrás y no había nada ni nadie! La madre a punto del llanto le pregunta que si había escuchado eso, él para no asustarla más le dice que se calme, que debe haber alguna explicación. Los jadeos se hicieron más fuertes y Cayito asustado decidió ir por el párroco para que le ayudara a ver que era eso.
Salió el padre biblia y crucifijo en mano, gente que todavía quedaba afuera de la iglesia se había acercado intrigada por aquel suceso. El párroco subió al carro, en eso, el respaldo del asiento trasero empezó a moverse de tal forma que pareciera que alguien lo estuviese jalando para arrancarlo! Al mismo tiempo los jadeos se convirtieron en horribles gritos, lamentos, algo así como un niño llorando pero que no decía nada! Enseguida, todo el carro se movía a la vez que los horribles ruidos se acentuaban! El padre gritó “Aquí hay una bestia!” y toda la gente corrió despavorida a protegerse! Cayito pálido del susto cayó al suelo arrodillado, la mamá estaba muy asustada, todo era un caos! El padre se acercó a ellos y les dijo que había que abrir la cajuela, la cual, no abría con la llave, ya que se había descompuesto y hubo que quitarle la cerradura, para abrirla había que meter un dedo y presionar una pequeña palanca, con todo el miedo del mundo Cayito metió el dedo en ese orificio y rápido abrió la cajuela. Nunca imaginaron ver ahí algo que los dejó a todos atónitos, pero a la vez aliviados…un chivo!
Don Oscar, el papá, modo borracho, iba de vuelta a casa desde una granja donde pelearon gallos, en el camino se encontró con el chivo amarrado a un árbol, se le hizo fácil y se lo robó! Lo metió a la cajuela y se fue a casa donde al llegar le dijo a su hijo que iba al baño y luego iba a bajar algo que traía en la carro, pero pues este en su apuro por llegar a la iglesia no le puso atención y salió presuroso. Terminaron tan fastidiados por tal situación que ya no quisieron ir a la cena a la casa de la abuela. Al día siguiente cuando nos platicó todo lo que había pasado no parábamos de reir y menos cuando Cayito nos dijo que pensaba que su Datsun estaba molesto porque le había pegado para que no lo fuera a dejar tirado!
La mamá exigió que se devolviera al animal a donde se había encontrado, así lo hicieron. Cada vez que cuento está historia no puedo dejar de reir y siempre que recuerdo a Cayito es imposible no acordarse de esto! Un saludo a mi amigo, esté donde esté!