En ese despertar de conciencia hacia el ateísmo, en algún momento nos preguntamos cómo era posible que “Dios”, el supuesto Ser Supremo y creador del universo, tuviera:
- Ojos (Génesis 38: 7, Génesis 38: 10, Deuteronomio 12: 25).
- Orejas y aparato auditivo (Génesis 29: 33, Éxodo 16: 8, Números 11: 1, Números 12: 2, Números 14: 28, Juan 9: 31).
- Boca (Deuteronomio 8: 3, Mateo 4: 4), y voz (Éxodo 15: 26, Deuteronomio 28: 15, Juan 5: 37). Y podía hablar (Números 14: 35), pronunciando palabras en algún idioma entendible para los humanos (Juan 8: 47), siendo escuchado por ciertas personas (Juan 8: 26), o su voz podía escucharse desde la atmósfera (Mateo 3: 17, Marcos 1: 10-11).
- Nariz, sintiéndose atraído por ciertos olores (Génesis 8: 21, Éxodo 29: 18, Éxodo 29: 25, Levítico 1: 9, Levítico 1: 13, Levítico 1: 17, Levítico 2: 2, Levítico 2: 9, Levítico 3: 5, Levítico 3: 16, Levítico 6: 15, Levítico 6: 20-21, Levítico 17: 6).
En otras palabras, el dios en que nos enseñaron a creer a quienes venimos de un hogar cristiano, tenía cara como cualquier ser humano, aunque sólo pudieran vérsela ciertas personas (Génesis 32: 29-30, Números 12: 6-8, Deuteronomio 34: 10), o quien pudiera volar al cielo; como por ejemplo los ángeles (Mateo 18: 10).
Pero además tenía:
- Brazos (Isaías 53: 1).
- Manos (Éxodo 9: 3, Éxodo 15: 6, Deuteronomio 7: 8, Deuteronomio 7: 19).
- Dedos (Éxodo 8: 19, Éxodo 31: 18, Lucas 11: 20).
- Pies (Mateo 5: 34-35).
Y no sólo eso, tenía también órganos internos, como pulmones y aparato respiratorio, con los cuales soplaba (Génesis 2: 7), y un corazón que bombeaba su sangre (Génesis 6: 6).
Incluso “Dios” era un varón (Éxodo 15: 3), por lo que tendría que tener órganos sexuales masculinos, y era capaz de embarazar mujeres, como María, la madre de Jesús (Lucas 1: 35), aunque fuera mediante un misterioso acto de inseminación artificial.
Como si fuera poco, ese “Dios” (de quien muchos no enteramos hasta después que se llamaba Yahvé o Jehová), tenía otras características humanas, como desagradarle ver heces fecales (Deuteronomio 23: 12-14), poder costurar (Génesis 3: 21), pasearse por los huertos, pudiendo uno esconderse de él (Génesis 3: 8-9), e incluso experimentar dolor (Génesis 6: 6), o cansarse (Génesis 2: 2-3). Pero lo más interesante es que era un dios que podía ser tentado (Éxodo 17: 2), y que cometía errores de los cuales después se arrepentía (Éxodo 32: 14).
Hasta después llegamos a comprender que aquel “Dios” no era más que una creación humana, y como el ser humano siempre se ha sentido especial y superior a todo lo que le rodea, concibió un Ser Supremo a su propia imagen y semejanza. Esto es lo que se conoce como antropomorfismo (asignar características y cualidades humanas a otros seres), o más específicamente, antropoteísmo, «la representación de una divinidad incorpórea bajo la forma y los atributos de los hombres o la creencia en que los dioses son únicamente seres humanos deificados.» (Wikipedia).
Y ésta es justamente una concepción que fue criticada y satirizada desde los siglos VI y V A.E.C, por el poeta y filósofo griego presocrático Jenófanes de Colofón (nacido entre el 580 AEC y el 570 AEC, y muerto entre el 475 AEC y el 466 AEC), quien fue el fundador de la escuela de pensamiento a la que pertenecieron Parménides y Zenón de Elea. De su autoría se conservan sólo fragmentos del poema “La naturaleza antropomórfica de los dioses de la religión tradicional”.
Jenófanes criticaba incluso el etnocentrismo humano aplicado a sus deidades. Decía: «Los etíopes dicen que sus dioses son chatos y negros, y los tracios que tienen los ojos azules y el pelo rubio». (Fragmento 16). Y en general (sobre el antropoteísmo) criticaba: «… los mortales se imaginan que los dioses han nacido y que tienen vestidos, voz y figura humana como ellos.» (Fragmento 14).
Pero su comentario más contundente fue: «Si los bueyes, los caballos o los leones tuvieran manos y fueran capaces de pintar con ellas y de hacer figuras como los hombres, los caballos dibujarían las imágenes de los dioses semejantes a las de los caballos y los bueyes semejantes a las de los bueyes, y harían sus cuerpos tal como cada uno tiene el suyo.» (Fragmento 15). En otras palabras, si los ratones tuvieran dioses, sus dioses serían ratones.
Referencias:
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/j/jenofanes.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Jen%C3%B3fanes
https://www.uv.es/~japastor/jenofa.htm
http://www.clerus.org/clerus/dati/2004-06/22-15/filjelo.html#r38
https://www.webdianoia.com/presocrat/jenofa_ejer_1.htm
http://www.filosofos.net/temas/tema_47/t_47_10.htm
http://antropokrisis.es/wp-content/uploads/2014/12/jenofanes.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Antropote%C3%ADsmo