9.28.2023

JUEVES DE LA LUMBRE: ROBERT KEARNS

Recuerde las veces en que le ha tocado conducir en condiciones de baja visibilidad y con la luna delantera de su coche sometida a lluvia a discreción. Si en esos momentos agradeció que su automóvil dispusiera de un regulador de la frecuencia de los limpiaparabrisas que le ahorrara el agotador e innecesario peinado continuo, se lo debe a Robert Kearns.

Si, por el contrario, no cree que ese invento tenga nada de extraordinario, dará la razón a las compañías automovilísticas con las que Kearns batalló toda su vida para que le reconocieran la patente.

Antes de la cruzada que proporcionó un sentido a su existencia, Kearns había sido agente de la CIA. Tras obtener diversos títulos en Ingeniería y trabajar como inspector de la construcción en Detroit, llegó el hallazgo que le llevó a la fama. El impacto del corcho de la botella de champán de su noche de bodas le preparó convenientemente para el gran momento lesionándole un ojo de por vida.



Un día en que Robert exprimía su maltrecha vista para atisbar la carretera en una situación como la arriba descrita le sobrevino la idea de diseñar un mecanismo que regulara la velocidad del limpiaparabrisas. Después de años de investigación, en 1967 obtuvo la patente y se dispuso a vender su invento. Ford y Chrysler lo rechazaron, pero al poco tiempo empezaron a producir modelos que lo incorporaban. Así, a partir de 1978, el creador despechado las llevó a los tribunales.

La Ford intentó eludir el juicio ofreciendo un arreglo económico de 30 millones de dólares que habría satisfecho al más celoso guardián de los derechos de autor, pero Kearns lo rechazó y siguió adelante. La empresa alegaba que, después de todo, el sistema de Kearns no introducía ningún elemento teórico nuevo, a lo que el inventor replicaba que era la combinación de ingredientes ya conocidos lo que hacía excepcional su hallazgo.

 

Violación de la patente

 

En 1990, un jurado dictó que Ford había violado involuntariamente la patente pero, incluso tras un trato ventajoso, Kearns sólo obtuvo la tercera parte de lo que le habría reportado el arreglo inicial. La victoria sobre la Chrysler le embolsó 19 millones más.

Pero Kearns nunca estuvo satisfecho. "No creo que mi objetivo fuera conseguir una gran suma", dijo al conocer la sentencia contra Ford. Su misión era "defender el sistema de patentes" y para demostrarlo tardó años en recoger la indemnización que le había sacado a Chrysler.



Ahora defendiéndose a sí mismo, empeñó su fortuna en nuevas demandas contra General Motors y otras 26 compañías. Exigía que se prohibiera a todas incluir en sus vehículos el limpiaparabrisas que había inventado. El juez Avern Cohen, que tramitó cinco de los sumarios, cree que Kearns pretendía monopolizar el suministro del artilugio y que "su empeño terminó apoderándose de su buen juicio". Martin Adelman, un perito consultado en los juicios, comenta que «fue una pena. Le ofrecieron una cantidad enorme de dinero y la dejó escapar. Su ensueño desmedido fue su perdición».

La hija del fallecido lo ve de otra manera: "Esta batalla fue su vida. Y disfrutaba con ella". Y eso que, en los últimos años, ella tuvo que desempañar a menudo el parabrisas de la memoria de Robert, quien, afectado de Alzheimer, no recordaba haberse enfrentado a los gigantes del automóvil.

 

Sacado de el mundo punto es.