10.17.2023

Martes zoológico: Nefertiti y yo




Desde que tengo uso de razón, me he sentido ligeramente alejado de las normas que dicta la sociedad. Mi nombre es Nefer y para mí el hazme es mi razón de ser. Nací y crecí en un pequeño pueblo mixe rascuacho de Oaxaca alejado de las principales ciudades del estado, donde las vacas, gallinas y cabras eran nuestros vecinos más cercanos. Pero quiero hablaros de una en particular, mi gallina Nefertiti.


Si bien es extraño, incluso para mí, empezaré diciendo que mi corazón estaba, como dicen los humanos, ligado fuertemente a ella… a mi gallina. Sí, sí, han  oído bien. De cualquier forma, hiciera lo que hiciera, pensara lo que pensara, nadie podía cambiar mis sentimientos hacia ella.


Claramente no era una simple gallina. Nefertiti, como la bauticé, era una gallina magnífica. De plumaje suave y brillante, rojo anaranjado con un toque de blanco. Yo solía ver puestas de sol reflejadas en su plumaje y parecía como si sus ojos marrones caramelizados contuvieran el universo en su interior.


Sentía una conexión misteriosa con Nefertiti, algo inexplicable que me hacía sentir en paz cada vez que estaba a su lado. Su cacaraqueo matutino era mi alivio diario, despertando en mí sentimientos profundos e indescriptibles. En su presencia, la soledad y el aislamiento de la campiña parecían desvanecerse, y me sentía lleno de una profunda alegría.


Para algunos podría sonar extraño, incluso desconcertante. Sin embargo, este amor inusual se convirtió en mi escape, mi tranquilidad en un mundo tan caótico. Nefertiti llenaba mi universo y era mi mayor deleite. No me importaba el qué dirían. Para mí, ella era perfecta.


Pasaba horas cuidándola y mimándola, su alegría y su cantar eran suficientes para hacer que mis preocupaciones desaparecieran. Nuestro vinculo creció fuerte y constante y llegó al punto donde empezó a seguirme por todos lados, y esa cercanía me llenaba de emoción.


Sin embargo, lo que más amaba era cómo al caer la noche, mientras el cielo se llenaba de estrellas, sentía su cuerpo cálido y suave a mi lado. Sus suaves cacareos y el ritmo sencillo y calmado de su respiración me llevaban a un estado de calma que no podía igualar ningún otro ser u objeto en el mundo.


Nefertiti estaba más allá de ser una simple gallina, ella representaba un amor puro y sin condiciones. Un amor que, aunque peculiar, era algo tan hermoso y profundo que irradiaba una felicidad inmensa.


Sin embargo hace unos meses, sentí que algo nos hacía falta para consumar nuestro amor y ser plenamente felices, el acto que además de unirnos espiritualmente a gallina y humano, calmaría nuestros impetuosos deseos terrenales, el acto carnal. 


Nefertiti y yo queríamos que esto fuera algo muy especial, pues sería la primera vez que nos entregaríamos el uno al otro en un acto de amor verdadero. Para esto, dispuse un arreglo de velas rojas y algunos inciensos por todo mi cuarto. Además, le tejí con mis propias manos un pequeño babydoll que le quedará a la medida a su sensual figura gallinezca. Yo por mi parte, le pedí prestado un traje blanco a mi primo Filemón de cuando fue chambelán de Edubijes,  mi prima.


Ese día apenas caer la noche, lleve a Nefertiti a mi habitación para dar inicio a nuestro ritual amoroso con una rica cena. A ella le serví su alimento favorito: maíz quebrado con un poco de sorgo aderezado con melaza y agua del grifo para maridar. Yo por mi parte, degustaria unas ricas tlayudas con tasajo y frijol negro acompañadas con un mezcal pechuga.


Una vez que acabamos de cenar, la tomé de su ala y me la llevé a la cama susurrándole al oido que el momento había llegado. Me desvestí completamente hasta dejarle ver mis 6 centímetros bien erectos y me acerqué a ella para quitarle su pequeño babydoll. Me unté un poco de cebo de tlacuache en mi casco como lubricante, tomé a Nefertiti entre mis manos y antes de introducirle  mi miembro le pregunté si estaba lista a lo que me respondió con un leve cacareo. 


Se la metí de golpe a lo que ella respondió con un leve gemido de gallina y la empecé a bombear suavemente. Sus cacareos de placer me empezaron a excitar y cada vez le empecé a penetrar con más fuerza. Cabe señalar que ella era virgen, pues estaba bastante apretadita y sangró un poco. Sus cacareos se volvieron cada vez más intensos en señal de que lo estaba disfrutando demasiado, esto provocó que a los pocos minutos me viniera salvajemente dentro de ella. Mis gritos de placer fueron tan fuertes que me sorprendió que no llamarán la atención de nadie. 


Sonará a típico cliché de película gringa pero después de consumar nuestro amor empezamos a charlar sobre lo nuestro y yo le comenté mis planes a futuro, le dije que quería casarme con ella y formar una familia a lo que ella me respondió feliz que si con un gran cacareo. Y fue así, que nos quedamos dormidos.


Al día siguiente, desperté hasta las 9 de la mañana, mi hora habitual era a las 7, pero como era domingo y había quedado agotado por la noche de pasión, hice sobremesa. Salí de mi habitación todavía en pijamas y me dirigí hacia al patio donde se escuchaba un fuerte jolgorio, teníamos visita. Habían venido  familiares de Juchitán a festejar el cumpleaños de mi papá y habían llegado muy temprano con regalos, bebidas y botanas dispuestos a darle un buen agasajo al cumpleañero. 


Saludé a todos de forma algo apresurada y poco cordial, pues en mi mente todavía estaba pensando en la noche anterior y deseaba con todas mis fuerzas ver a mi amada. 


Eché una mirada rápida al patio donde habían varias gallinas pero ni rastro de Nefertiti. Después me fui a los corrales a ver si por accidente había quedado encerrada, pues las gallinas eran liberadas muy temprano por la mañana, pero nada, los gallineros estaban abiertos y sin rastro de mi gallina.


Di muchas vueltas buscándola pero sin preguntar a nadie, pues no quería levantar sospechas por si alguien había escuchado cacareos, total, ya les confesaria algún día mi amor por Nefertiti pero aún no era el momento. No la encontré. Por un momento pensé que se había ido hasta el río donde en ocasiones las gallinas iban a refrescarse y pensé que dado el acto de anoche talvez sintió deseos de asearse para encontrarnos nuevamente. Me había dispuesto ir hasta el río a buscarla pero en eso me interrumpió mi madre diciéndome que atendiera a los familiares en lo que ella preparaba la mesa para servir la comida.


Así lo hice pero todo el tiempo estuve como sustraído del momento por estar pensando en mi amada. Platiqué con un par de tíos y primos cuando mi madre llamó a todos a la mesa. Tomamos asiento todos y en la mesa había botanas, mezcal, pulque, ensaladas, tortillas hechas a mano de maíz azul, chapulines fritos con aceite y sal, jumiles en escabeche y el platillo principal: Mole poblano.


Cantamos las mañanitas a mi padre y empezamos a comer. Me serví muy poco y de todo, pues no me sentía muy tranquilo pues todavía no había visto a mi amorcito Nefertiti. La comida me sabía en su mayoría insípida, pero cuando probé el mole sentí un sabor muy extraño como aclorado, además de que la porción que me serví tenía una consistencia raramente viscosa, como si estuviera comiendo..... Semen!!! 


Mis manos empezaron a temblar y empecé a sudar frío, mi cara prieta rápidamente empalidecio hasta quedar como el hombre manos de tijera y con una voz temblorosa pregunté a mi madre que de cuál pollo o gallina había hecho el mole. ¿Verdad que me quedo delicioso? Preguntó. Es de la gallina anarajadita que te seguía el otro día, hijo. La tuvimos que sacrificar porque al parecer se lastimó sus patitas con el alambre y no caminaba bien, tu papá dijo que no tenía remedio y pues.... Ya sabes.


Esas palabras retumbaron en mi cabeza e hicieron eco, como si las escuchuchara una y otra vez en cámara lenta a la vez que mi mente quedaba en blanco. Cómo pude me paré de la mesa y me retiré excusandome en que no me sentía bien y que al parecer me estaba enfermando del estómago y me fui a mi cuarto a llorar.


Tuve que fingir que estaba enfermo para ausentarme de las labores del campo durante las próximas dos semanas, mientras chamanes iban y venían a mi casa por órdenes de mi padre para que intentaran curarme. 


Hoy a pasado un mes y apenas estoy logrando reponerme de mi perdida. Espero que nadie juzgue mi amor por mi gallina, ya que es algo que creo firmemente que la sociedad nunca entenderá. Tal vez, en otra vida, en otro mundo, podríamos haber sido algo más que un humano y una gallina. Pero por ahora, estoy más que satisfecho con lo poco que fue nuestro amor poco convencional. Tal vez suene ridículo para algunos, pero amé a mi gallina y con ella conocí el verdadero amor, no creo volverme a enamorar de otra gallina y mucho menos de una mujer.


Esta es mi historia, la historia de Nefer y su gallina, Nefertiti. El amor no sigue normas ni preceptos, simplemente lo es. Y el mío, aunque inusual, fue el más hermoso para mí.

              Cortesía de nefer uajaquita