¡Que revoltijo! …Pero empecemos por explicar que a lo largo de la historia, muchos pueblos han tenido la costumbre de celebrar la llegada de la primavera, estación asociada al renacimiento de la naturaleza, a la fertilidad. En el hemisferio norte comienza entre el 20 y el 21 de marzo.
Varios pueblos han tenido deidades asociadas a la primavera. Por ejemplo Ishtar o Astarté, diosa mesopotámica de la primavera, del amor y la fertilidad, adorada por babilonios, asirios, fenicios, cananeos e incluso hebreos. De Astarté deriva el nombre de Easter con que identifican los pueblos anglos su fiesta primaveral, y Oestern, como es conocida en alemán. Desde tiempo inmemorial, esta época ha sido celebrada por varios pueblos con rituales que simbolizan un renacimiento, rejuvenecimiento, renovación o resurrección. Algunas deidades antiguas resucitaban para esta época, como Perséfone, hija de Démeter, diosa griega de la tierra.
Los judíos (incluyendo a Jesús y su familia, según los evangelios) celebraban la festividad religiosa llamada Pesah, Pésaj, de la cual deriva la palabra Pascua. Pésaj significa en hebreo “pasar de largo” o “pasar de paso”, ya que según ellos, cuando supuestamente vivían como prisioneros en Egipto, su dios Yahvé o Jehová les ordenó sacrificar en cada casa un cordero, y con su sangre marcar el dintel de sus puertas, para que él pudiera distinguir las casas de su pueblo favorito, y pasar de paso para asesinar sin piedad a todos los demás niños primogénitos de ese país, e incluso a los animales (Éxodo 12: 7-13). Posteriormente el mismo Yahvé les ordenaría conmemorar aquella masacre celebrándola durante siete días. Más adelante los cristianos asimilarían la pascua judía como una “Semana Santa”, en la cual su deidad Jesús, también resucita y se renueva, después de experimentar una muerte similar a la de los corderos sacrificados por los judíos. La celebran durante la semana en que se produce la primera luna llena de primavera.
Pero otros pueblos con una concepción menos sanguinaria concedieron mayor interés a la fertilidad, y asociaron este concepto con huevos, e incluso con la liebre y el conejo, animales muy prolíficos. Por eso entre los europeos de habla inglesa y alemana surge el simbolismo de los huevos y conejos pascuales. Nadie conoce el origen exacto de esta tradición, pero se cree que al terminar el invierno, cuando las provisiones eran escasas, algunas aves volvían desde el sur durante la primavera, y sus huevos servían de alimento a los humanos mientras éstos podían comenzar a cazar. Entre los alemanes surgió la leyenda de una mujer pobre que no podía obsequiar dulces a sus hijos, por lo que decidió decorar huevos y esconderlos en el jardín. Los niños vieron saltar un conejo, por lo que creyeron que éste había puesto los huevos, y desde entonces fabricaron nidos esperando que el conejito los llenara de huevos durante la noche de Pascua.
Lo cierto es que estas tradiciones, como todas, por absurdas que sean, han sido aprovechadas con fines de mercado, y en la actualidad, sin importar ningún significado, el intercambio de huevos pascuales de chocolate se ha extendido en países tan variados como Polonia, Alemania, República Checa, Eslovaquia, España, Italia, Francia, Estados Unidos, México, Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Perú y Paraguay.