10.14.2021

Jueves De Lumbreras - ¿Es el islam una religión de paz?

Al menos la activista del feminismo, escritora y política atea Ayaan Hirsi Ali (n. en 1969) opina que no lo es. Y ella tiene por qué saberlo. Nació en Mogadiscio, Somalia, en una devota familia musulmana, pero por disidencia política de su padre, su familia tuvo que exiliarse, primero en Arabia Saudita, luego en Etiopía y después en Kenia. Sin embargo ella más adelante huyó sola a los Países Bajos, donde se le concedió asilo y estudió ciencias políticas en la Universidad Estatal de Leiden, llegando a convertirse después en diputada. Finalmente Ayaan decide emigrar a los Estados Unidos, donde establece en 2007 la Fundación Ayaan Hirsi Ali (AHA), con sede en Filadelfia, con el fin de contribuir a la protección de las mujeres en Occidente en contra del Islam. 

En su ensayo “Reformemos el islam”, Ayaan asegura que ésta no es una religión de paz, para lo cual según ella basta observar lo que se conoce del “profeta” Mahoma y del libro sagrado del islam, el Corán, y los más de 1.400 años de historia de esta religión.

Sin embargo, utilizando el mismo Corán, hay opiniones divididas: musulmanes que afirman que sus enseñanzas son pacíficas, y otros que opinan que su libro sagrado justifica los actos de violencia en la defensa y divulgación de su religión. Y es que el Corán tiene ambos tipos de enseñanza: pacífica y no pacífica, lo cual nos lo explica Ayaan: «cuando Mahoma funda su religión en La Meca, en el siglo VII, se pasa una década predicando de manera pacífica el islam y pidiendo a los árabes del lugar que abandonasen a sus distintos dioses y se uniesen a él. De esa manera sólo consiguió que 150 personas le siguieran. Se fue a otra ciudad de lo que hoy llamamos Arabia Saudí, a Medina, y creó una milicia. Con su ayuda, empezó a obligar a la gente a abandonar sus creencias y a unirse a su religión.» 

Según Ayaan, desde esa época del Mahoma guerrero en Medina, «la idea de propagar el islam a través del uso de la fuerza ha estado con nosotros, y ese rol no ha cambiado. De hecho, hay consenso entre la mayoría de los estudiosos del islam –aquellos que son musulmanes y lo estudian desde dentro, no los que lo hacen desde fuera– sobre que el legado de Medina se impone al de La Meca. Es decir, lo anula. Teniendo en cuenta esa realidad, el islam no es una religión de paz, sino de conquista. Además, no sólo tiene un sistema de creencias relacionado con Dios y la vida después de la muerte, sino que también es una doctrina política. Es una guía que versa sobre cómo llegar al poder y aferrarse a él, en gran medida por la vía militar.» 

Así que el Corán, igual que la Biblia, puede tomarse en un sentido o en el otro. Por eso, como explica Ayaan, hay musulmanes que «invocan al profeta durante su periodo en La Meca», y según ella, en ese grupo se encontraría la mayoría. Pero asimismo hay otros que se inspiran en el Mahoma de Medina, y dentro de éstos se encontrarían los miembros de Al Qaeda, los talibanes, ISIS, etc., quienes «Creen fervientemente en la dimensión política del islam y piensan que la única manera de ser buenos musulmanes es a través de la yihad [la guerra santa] contra otros musulmanes y contra los infieles.» 

De hecho hay que aclarar que para un musulmán yihadista un infiel puede ser un no-creyente, un creyente en otra religión, o incluso un creyente en otra secta del islam considerada como herejía. Pero al final, obviamente, ambas interpretaciones, la violenta y la no violenta, se enmarcan en el Corán, Mahoma y el islam, y ambos grupos de creyentes pertenecen a la misma religión. Una religión en la que tampoco podemos negar el impacto que producen sus hechos violentos, independientemente de que la mayoría de sus miembros puedan ser pacíficos.

Y “para muestra un botón”: apenas el viernes 8 de octubre se publicaba en los medios de comunicación la noticia sobre una explosión en una mezquita de la ciudad de Kunduz, en Afganistán, producida por un ataque suicida, que dejó como saldo al menos 80 personas muertas y 140 heridas. «El grupo terrorista Estado Islámico del Khorasan se adjudicó el atentado suicida.»  Si ya no respetan ni siquiera la casa de oración de Alá, ¿qué se puede esperar? Por cierto, tampoco Alá defiendió ni protegió su propio centro de oración.





Como sabemos, estos ataques, independientemente de que también puedan tener un trasfondo político o de otra clase de intereses, son realizados por hombres suicidas que inspirados en su religión, sienten que cumplen el “alto deber” y “honor” de atacar “infieles”, y que se sienten motivados por la recompensa de 72 mujeres vírgenes que les esperan en “el Paraíso”. (Esta creencia, por cierto, no todos los musulmanes la comparten).

Por eso repitamos la pregunta: ¿Es el islam una religión de paz?


-Brion