11.30.2023

JUEVES DE LA LUMBRE: BALDUINO IV

Nació del matrimonio entre Amalarico I de Jerusalén e Inés de Courtenay, una unión que suscitó cierto debate sobre su legitimidad. En cambio, Amalarico despejó todas las dudas respecto a sus hijos Balduino y Sibila como legítimos herederos al trono de Jerusalén. Con esta posición, Balduino fue educado para ser rey. El arzobispo Guillermo de Tiro se encargó de su formación, pero, además de heredero, Balduino también era un niño y tenía sus momentos de juegos. A medio camino entre la diversión y el entrenamiento, Balduino jugaba con otros niños a luchar y se clavaban las uñas en los brazos. Balduino era prácticamente invencible, pues no sentía dolor alguno con los cortes y heridas. Guillermo de Tiro no tardó en identificar esta ausencia de dolor como una grave enfermedad, prácticamente una maldición: Balduino tenía la lepra.

 


El príncipe fue creciendo y con él su enfermedad. La lepra es una enfermedad crónica producida por la bacteria Mycobacterium leprae, que causa inflamación y daña los nervios y la piel, lo cual redunda en músculos debilitados y esa insensibilidad por la que Balduino no sentía dolor al cortarse o al quemarse. Sufrió úlceras e infecciones por las que acabó perdiendo los dedos de los pies y las manos, se le deformó la cara y perdió la nariz. Por este estado fue apodado el “rey cerdo”. La lepra se consideraba una maldición divina en la Edad Media, sin embargo y a pesar del estigma, Balduino IV fue admirado por los suyos y respetado por el enemigo. Un testimonio árabe de la época dejó escrito para la posteridad que:

“A pesar de su enfermedad, los francos [los musulmanes llamaban francos a los cruzados] le eran fieles, le daban ánimos y contentos como estaban de tenerle como soberano […] trataban por todos los medios de mantenerle en el trono, sin prestar atención a su lepra”.

¿Qué hizo Balduino IV?

Su mayor hito fue la batalla de Montgisard, donde venció al ejército de Saladino, de unos 25 000 hombres, al frente de apenas unos 4000 cruzados.

Balduino fue coronado el 15 de julio de 1174. Amalarico I había muerto y el trono lo ocupó su hijo, de solo 13 años. Aún le faltaban dos años para la mayoría de edad (15 años por entonces), así que necesitó un regente y el puesto recayó en Raimundo III de Trípoli, el pariente masculino más cercano al joven rey. Claro está que la sucesión era un tema candente y en disputa dada la delicada salud que sufría Balduino. Sin descendientes ni oportunidad de tenerlos y un futuro que nadie describiría como halagüeño, varias facciones y personalidades entraron en el juego político y conspirador para posicionarse como herederos al trono.

Balduino IV, lejos de abdicar y rendirse ante la lepra, asumió el trono y el mando de las tropas con toda la energía que le permitió su enfermedad. Gestionó su reino y las intrigas por la sucesión: nombró heredero a su sobrino Balduino V, hijo de su hermana Sibila.

 

La amenaza de Saladino

En el lado musulmán, la muerte de Amalarico de Jerusalén coincidió con la de Nur al-Din, el gran líder de los musulmanes. Se dio un conflicto por la sucesión del que salió vencedor Saladino, quien no tardó en consolidar su poder en Egipto y Siria y pasó al ataque contra los cruzados.

En noviembre de 1177, Saladino se topó con un pequeño ejército franco encabezado por Balduino IV. La batalla de Montgisard fue todo un logro para el rey de Jerusalén, que puso en fuga al ejército musulmán y humilló a un Saladino que tuvo que ocultar la derrota para que su autoridad no fuera puesta en duda.

Sin embargo, la lepra fue incapacitando cada vez más a Balduino, que necesitó de varios regentes para que ocuparan su puesto. En el verano de 1184, la debilidad del rey de Jerusalén y el ascenso de poder que estaba logrando Saladino, llevaron a los cruzados a pedir ayuda a Europa de nuevo. Una embajada sin precedentes fue enviada ante el papa Lucio III. El patriarca Heraclio de Jerusalén y los maestres de los templarios y los hospitalarios acudieron a las cortes europeas para aunar fuerzas en la defensa de Tierra Santa.



La muerte del rey

En mayo de 1185 murió Balduino IV a los 24 años. Su sobrino, Balduino V, heredó la corona, pero solo era un niño y, para mayor drama, murió al año siguiente con solo 9 años. Sibila se impuso en el trono con su marido Guido de Lusignan, pero:

“Su política provocadora y agresi­va contra Saladino, apoyada por las órdenes militares, acabó siendo un auténti­co desastre, pues el sultán aniquiló a los cruzados en la batalla de los Cuernos de Hattin en el verano de 1187”.

Unos meses después, Saladino conquistó Jerusalén. La respuesta de la cristiandad fue la Tercera Cruzada, en la que participó Ricardo Corazón de León. En 1189, los cruzados volvieron a la carga para recuperar Tierra Santa.

Sacado de muy interesante punto es