Como en todo pueblo chico, en El Vergel teníamos todo tipo de personajes: el borrachito, el mocoso bulleador, el nerd, la chica fácil, la bruja, el sancho, el carita, el que era bueno para las trompadas, el loquito, el tonto...
Más bien los tontos, porque había varios.
Uno de ellos me vino hoy a la mente porque era muy chistoso. No recuerdo su nombre.
En cierta ocasión lo encontramos sentado a dos nalgas a la orilla de un arroyo que llevaba una corriente bastante crecida de agua rebotada, producto de un reciente aguacero.
Estaba muy ocupado elaborando unos pequeños cajetitos de barro, tan absorto que parecía no darse cuenta de que nos acercabamos.
Pero cuando lo saludamos no mostró ninguna sorpresa; nos contestó y siguió con lo que estaba haciendo sin siquiera levantar la cabeza.
He aquí la conversación surrealista que tuvo lugar:
¿Qué estás haciendo?
- "Aquí, chingando mi madre".
¿Para qué haces esas cosas?
- "Pa' ver quién preguntaba".
Tú no eres de aquí, ¿verdad?
- "¿Cómo lo notaron?".
¿Y te gusta vivir aquí?
- "Tanto como estar sentado encuerado encima de un hormiguero".
¿Y de dónde eres?
- "De Jerusalén".
¿Y qué hacías allá?
- "Era guardaespaldas de Jesucristo".
¿Y por qué te saliste?
- "Porque allá estaba muy cabrón el evangelio".
Y así...