La mayoría de las personas al escuchar la palabra tortuga se remiten a las tortugas marinas, pero debes saber que también existen quelonios (como también se les llama), que habitan en los cuerpos de agua dulce del planeta, y otras más que son terrestres; de estas últimas inclusive hay algunas capaces de vivir en ambientes desérticos. Tal es el caso de un quelonio muy especial, la “tortuga llanera” o “tortuga de Mapimí”. Esta especie es conocida por estos nombres comunes en referencia a que habita en llanos desérticos en la región denominada Bolsón de Mapimí, que abarca los estados de Durango, Coahuila y Chihuahua.
La tortuga de Mapimí fue descrita en 1959 por John
Marshall Legler, científico y conservacionista norteamericano, que le dio el
nombre de Gopherus flavomarginatus, para distinguirla de las demás
especies de tortugas, y en términos prácticos de todas las demás especies de
seres vivos. Los organismos adultos de esta especie tiene un caparazón de hasta
40 cm de largo de forma elíptica y aplanado en la parte superior, de color
amarillo con manchas cafés y con el margen del caparazón de color amarillo,
característica distintiva de la especie y a lo que hace alusión la
palabra flavomarginatus. Además tiene unas patas adaptadas para caminar y
cavar y las patas traseras tienen dos grandes espolones a cada lado.
Desde la creación de la Reserva de la Biosfera de Mapimí
en 1979, cuyo decreto establecía la conservación de la tortuga llanera dentro
de sus límites, ha sido su especie representativa por su belleza y la
fragilidad de sus poblaciones. Esta tortuga es una “especie clave”, puesto que
gracias al efecto que tiene en el hábitat al dispersar semillas de las plantas
que consume y al construir grandes madrigueras, ayuda a la conservación de un
sinnúmero de especies de seres vivos que comparten su hábitat
semidesértico.
Los estudios realizados durante varias décadas nos han
ayudado a saber más de este quelonio tan carismático. Por ejemplo sabemos que
las hembras son de mayor tamaño que los machos, que en promedio un individuo se
mueve en un espacio de cuatro hectáreas aproximadamente, y que habitan en
madrigueras que ellas mismas excavan y que pueden llegar a medir hasta 10
metros de longitud y dos metros de profundidad. Sabemos que la alimentación de
esta tortuga se basa en diferentes tipos de pastos, frutos de cactáceas
y herbáceas, y que tiene varios depredadores naturales entre los que
podemos mencionar al coyotes, zorrillos, zorros, gato montés y algunas aves
como correcaminos y cuervos. También sabemos que su reproducción es compleja
pues alcanzan la madurez sexual entre los 15 y los 20 años de edad y que las
hembras ponen una o dos veces por año, siendo las nidadas de cinco huevos en
promedio, por lo que se calcula que la sustitución de un adulto puede necesitar
hasta medio siglo. Estos y varios detalles más de su vida se han descubierto y
quedan muchos más por descubrir.
La situación de conservación de esta especie antes de la
creación de la reserva era muy complicada, puesto que diferentes amenazas como
la desmedida explotación como alimento humano, el efecto del cambio climático,
la degradación de su hábitat por pastoreo de ganado y su tráfico ilegal para
comercializarla como mascota, provocaron una disminución considerable en sus
poblaciones. Afortunadamente y gracias a los esfuerzos realizados, las noticias
son alentadoras. Desde finales de la década de 1990, se ha realizado el
seguimiento de la tortuga de Mapimí con el fin de monitorear su estado de
conservación a través del tiempo, y los resultados indican que las poblaciones
que habitan dentro de la Reserva de la Biosfera de Mapimí se están recuperando
satisfactoriamente, lo que pone de manifiesto el éxito de la Reserva en la
conservación de esta especie y de la biodiversidad que la habita.
En hora buena por todas las tortugas que habitan el planeta, en particular por la tortuga de Mapimí, especie emblemática de la Reserva de la Biosfera de Mapimí.