3.14.2021

¿De quien es la Antártida?

 

A medida que la población mundial continúa creciendo inexorablemente hacia la cifra de los ocho mil millones de habitantes, puede parecer que los humanos hemos reclamado todos los rincones vírgenes disponibles de la tierra. Pero no es así. Existe un lugar vasto e inhóspito que sigue vacío. Y “disponible”, si queremos verlo de esa manera.

Con más de 14 millones de kilómetros cuadrados, la Antártida es el cuarto continente más grande del planeta, aunque en los mapas comunes se represente más pequeño. En esta extensión predominan el hielo, el frío, el viento y una infinidad de recursos naturales por explotar. Sin embargo, nadie, ni siquiera las grandes potencias, ha logrado hacerse con el control de las tierras más australes del mundo.

Y no es que no lo hayan intentado. En la primera mitad del siglo XX, multitud de países comenzaron una carrera por reclamar porciones del territorio. Incluso la Alemania nazi pidió parte del pastel, reclamando una gran franja de tierra que llamaron Nueva Suabia. Después de la Segunda Guerra Mundial, el sistema del Tratado Antártico, que estableció el marco legal para la gestión del continente, comenzó a tomar forma. En la década de 1950, siete países, incluidos Argentina, Australia, Chile, Francia, Nueva Zelanda, Noruega y el Reino Unido, reclamaron la soberanía territorial sobre diferentes partes de la Antártida.

Si bien la Antártida no tiene un gobierno oficial, se administra a través de reuniones anuales conocidas como Reuniones Consultivas del Tratado Antártico. Estas reuniones involucran a una serie de partes interesadas, desde los países miembros hasta las organizaciones observadoras como EEUU y Japón, que sí exploran y estudian el continente. El pacto congeló las reclamaciones territoriales existentes y estableció que la Antártida se convirtiera en una reserva científica internacional. También prohibió las pruebas nucleares y "toda medida de carácter militar". Desde entonces, otras 42 naciones se han sumado al Tratado, aunque solo 29 —aquellas que realizan "actividades de investigación sustanciales"— tienen poder de voto y pueden tomar decisiones sobre el presente y futuro de la región austral.

Cortesía de doña 

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