8.24.2020

¿Podría la legalización del cannabis salvar al país de la crisis post COVID-19?

Pareciera que hoy por hoy nos encontramos atrapados en el ojo del huracán COVID-19. Después de casi seis meses de confinamiento en nuestras casas, los temibles efectos de la pandemia empiezan a surgir: la quinta contracción económica que se estima sufra el país este año según adelantos del INEGI será por un -18.9%, la oleada de desempleo se aproxima a más de un millón 200 mil trabajos formales perdidos y según cifras oficiales, el primer semestre del 2020 suma casi 18 mil personas por la inseguridad. Por otro lado, la crisis de salud por la que estamos pasando ha llevado a la ocupación máxima en muchos hospitales y las cifras de contagios siguen siendo altas. 

Después de varios intentos de entrar a la denominada “Nueva Normalidad” sigue sin estar claro cuándo llegará.

Desgraciadamente estos efectos son solamente el inicio de todo lo que se proyecta podrá venir a consecuencia de la pandemia. Sin embargo, no todo es malo y como dicen “tiempo de crisis, tiempo de oportunidades” de analizar y reflexionar sobre qué rumbo debemos tomar, tanto en un aspecto personal, profesional y por su puesto como país. 

La normalización y regulación del uso de la cannabis se ha convertido en una macro tendencia en el mundo, principalmente impulsada por los beneficios medicinales, industriales, recreativos y económicos que tiene, los cuales se estima podrían llegar a los 73,600 MDD para el 2027. 

Actualmente, aproximadamente 50 países cuentan con algún tipo de legalidad para el uso de la marihuana. Esto representa el nacimiento de una nueva industria multimillonaria que trae consigo oportunidades pues los mercados legales más prominentes y maduros se encuentran en Europa, Estados Unidos y Canadá. 

No obstante, el mercado Latinoamericano ha capturado los ojos de los grandes participantes de la industria del cannabis, esto con el objetivo de reducir costos, aprovechar las condiciones climatológicas y de tierra cultivable que ofrece la región. 

El pionero fue Uruguay, el cual a tres años de una completa regularización de los usos medicinales, industriales y recreativos del cannabis, enfocados exclusivamente en un mercado nacional, reporta 4,000 kg vendidos por más de 5 MDD y un panorama optimista ante los riesgos planteados en un inicio. Sin embargo, los miedos generados por ser el primer país en legalizar todos los usos de la planta, tuvieron como consecuencia una ley con una óptica restrictiva que, pensando en asegurar los riesgos sanitarios, se ha convertido en una barrera para la maduración del mercado interno, causando que los pequeños y medianos productores no puedan acceder a las licencias y/o cumplir con los patrones que la ley obliga, lo que contribuye a que siga existiendo el mercado informal. 




En el caso de Colombia la visión de la regulación medicinal y de investigación desde un inicio contempló la demanda nacional e internacional, buscando colocar al país como un jugador clave en la exportación. Esto trajo consigo nuevos retos como altas certificaciones de buenas prácticas agrícolas y de manufactura, que de nueva cuenta se convirtieron en barreras para el desarrollo de la industria nacional. 

Brasil por otro lado optó por satisfacer el mercado interno con productos importados, haciendo a un lado la producción nacional, lo que ha tenido como resultado altos requisitos para el registro de productos, un costo alto al consumidor final y un camino muy sencillo para la industria farmacéutica. Brasil, de querer convertirse en una pieza fundamental, necesitaría apresurarse en poner en funcionamiento un marco legal mucho más amplio.

Argentina, Chile, Paraguay y Perú han dado algunos pasos a la regularización, pero, hoy en día están centrados en consumo de algunos productos importados y en algunos casos regulación de autocultivo. 

En resumen, se puede identificar que en Latinoamérica existe una tendencia temerosa en la creación de las reglas y que estos marcos restrictivos solamente generan desigualdad de oportunidades, que se convierten en limitantes para el desarrollo de las industrias nacionales, lo que juega en contra de la construcción de una oportunidad de participar en la industria internacional. 

Toda ley es perfectible por supuesto y la clave de la evolución está en aprender de las experiencias y adaptarse a los cambios.  

En el caso de México nos encontramos en vísperas de recibir para septiembre un reglamento pendiente desde 2017 que observa los usos medicinales y de investigación del cannabis. Por otro lado, para diciembre está pendiente la llamada Ley para la Regulación del Cannabis que vigilará todos los usos. La proyección del tamaño de mercado en México es de 2 mil MDD. 




México tiene el potencial de convertirse en la pieza clave en el rompecabezas internacional de la industria de la cannabis, no solo por las condiciones ideales para el cultivo a un menor costo, si no también por nuestra locación natural con acceso a rutas comerciales privilegiadas. 

¿Podría México ser esa pieza clave en la industria internacional?

¡Claro que sí! Esta es una oportunidad que bien aprovechada podría reactivar el campo, incentivar la inversión fresca, además de convertirse en una nueva fuente de empleos bien remunerados, que en un ambiente organizado y de colaboración podríamos abastecer tanto la demanda nacional como la internacional. 


¿Podría la legalización del cannabis salvar al país de la crisis post-COVID-19? 

La realidad es que no lo sabemos, pero estamos seguros de que si logramos coincidir en la idea de que aprender del ejemplo de otros países, reflexionar sobre sus aciertos y sus errores, es el mejor camino para no volver a cometerlos, la legalización del cannabis puede convertirse en uno de los principales motores que ayude en la recuperación postpandemia. 

Para los emprendedores que incursionamos en esta industria las reglas solo son uno de los retos a vencer, ya que el estigma no solo es en el ámbito social o regulatorio, la experiencia de los otros países nos ha enseñado que, desde los servicios financieros, hasta los logísticos y las aduanas necesitan que se construya una relación de confianza. 

Por eso creemos que es nuestro deber compartir información sobre el cannabis y sus usos en la búsqueda de construir una nueva cultura alrededor de un consumo confiable, educado y responsable.


C&P


-Brion