Esta gran, interesante y muy barata exhibición, en el salón Masonico, alberga la mas maravillosa curiosidad en el mundo, la sirena, y el ornitorrinco, el orangután…
Asi empezaba uno de los 10,000 panfletos con los que, en
1842, P. T. Barnum anunciaban la maravilla sin parangón que poseía, una
sirena capturada en el Pacífico cuya hermosura dejaría la de
cualquiera a la altura del bachapal.
Los pescadores en Japón y en las Indias Orientales habían
construido durante mucho tiempo "híbridos" cosiendo los cuerpos
superiores de los simios sobre los cuerpos de los peces. A veces eran usados
con fines religiosos.
El capitán americano Samuel Barrett Edes compró
la Sirena de Barnum de los marineros japoneses en 1822 por una cantidad de
6000 dólares. No teniendo fondos suficientes, Edes "tomó
prestado" el capital de la cuenta de gastos del buque. Gracias al capitán
Edes, la "sirena" fue exhibida en Londres en 1822 y
anunciada en el periódico "The Mirror".
Después de la muerte del capitán Edes, su hijo tomó
posesión de la "sirena" y la vendió en 1842 a Moses Kimball,
propietario del Boston Museum, un museo que exhibía numerosas curiosidades y
animales disecados. Kimball fue a Nueva York ese verano a conocer a su rival y
llevó consigo la sirena de Fiyi para mostrarla a P. T. Barnum. Antes de aceptar
la exhibición de la sirena de Fiyi, el afamado showman P.T. Barnum y proveedor
de curiosidades hizo que la pieza fuera examinada por un naturalista. El
naturalista, al notar los dientes y aletas de la "criatura", no pudo
concebir como había sido hecha pero, al no creer en la existencia de las
sirenas, se negó a autentificar el artefacto. A pesar de las dudas del
naturalista, Barnum creyó que la reliquia atraería al público al museo. Kimball
seguiría siendo el dueño único de la criatura mientras que Barnum lo alquiló
por 12,50 dólares a la semana.
Haciendo honores a su reputación, el empresario envió
varias cartas a los diarios de la época en las que aseguraba que «el famoso
naturalista inglés doctor Griffin del —inexistente— Liceo de Historia Natural
de Londres» traía consigo la Sirena. Después de algunos tiras y aflojas
magistralmente elaborados, la de Fiyi fue expuesta al público en Broadway.
De ahí, a su museo. Y se puso entonces en marcha el efecto contagioso del
millonario mencionado con anterioridad.
Por cierto que ese doctor Griffin fue una identidad
falsa de su abogado, astuto como él, que divagó y divagó entre sus supuestos
viajes a tierras homéricas y sus cinematográficos conocimientos evolutivos.
¿Y cómo lucía? Horrible. La Sirena de Fiyi era medio mono
cosido a la cola de un salmón. Boca abierta, mano izquierda junto al mentón y
mano derecha apoyada en el carrillo. Un «arrugado y repugnante
espécimen» momificado que causó repulsión en muchos visitantes que
esperaban encontrarse con las hermosas criaturas que Barnum había dibujado en
su propaganda.
Mientras era exhibida por P. T. Barnum, la sirena de Fiyi
comenzó a crear controversia, especialmente en el Sur. Después de su debut, se
perdió de vista. En la década de 1860, el museo de Barnum se incendió varias
veces. Durante uno de esos incendios, el ejemplar exhibido en el museo
supuestamente se perdió. Sin embargo, el concepto de sirena de Fiyi fue tan
popularizado por Barnum, que desde entonces se ha copiado muchas veces en otras
atracciones.
Hay controversia hoy sobre si la sirena de Fiyi realmente
desapareció en el fuego o no. Muchos afirman tener el ejemplar original, pero
el Museo Peabody de Arqueología y Etnología de la Universidad de
Harvard tiene la mayor prueba de que su exhibición es el original real. No
parece completamente la misma, pero tiene la misma nariz plana y los dientes
descubiertos. Se piensa que el fuego pudo haber alterado la apariencia de la
sirena y esa es la razón de que el aspecto de la misma no es exactamente igual
al que tuvo en posesión de Barnum.