11.10.2022

EL POLLO DE DIOGENES

 Platón era un filósofo griego que, en un melancólico ocaso mirando las melancólicas aguas del Galikós melancólico, exclamó: "¡LA CRETA, AMOR PLATÓNICO!"

Usted, seguramente, amable lector, lo ha oído mencionar, esa modalidad de amor que consiste en estar lo más lejos posible de la persona amada, mínimo tres kilómetros, sin poder consumarlo nunca, ni manchar su prístina pureza ni con un leve roce de meñiques; muchas cartas, eso sí, intercambiadas por los enamorados, pero sin insinuaciones, sin malas palabras, ni mucho menos dibujos plebes. Los atenienses murmuraban, sotto voce, que era muy pero que muy grande la coincidencia de que el insigne filósofo saliera con esa insigne filosofía precisamente cuando le habían arreglado una boda con una fenicia riquísima, y considerada la criatura femenina más horrorosa de todos los reinos helénicos, incluída una jamona de Lesbos llamada Jocasta La Verruga. Los ciudadanos más mal intencionados, como Zoilo El Zoofílico, argüían que no era lo horroroso de la ciudadana fenicia lo que disgustaba a Platón, pero "que ella había cometido el error imperdonable de no ser un efebo de 16 añitos".

"El Hombre es un bípedo sin plumas", también dijo, Platón, sin ton ni son, una noche en casa de Sócrates, interrumpiendo la minuciosa letanía de Sócrates sobre el show que le había hecho su mujer, Xantipa La Xantipatika, en el mercado de verduras. Los presentes esa noche decían que cuando Platón flojó esa inanidad Sócrates le cortó los ojos y se escuchó un chuípiti sonoro de Diógenes, quien hasta tuvo que salir para el patio porque no podía contener la risita.

Diógenes, amable lector, también era un filósofo griego, le llamaban "El Cínico", vida sencilla sin pedir mucho, y parece que fue precursor de De Quincey pensando eso de que Platón no era más que "un perro inteligente ante las fuerzas centrífugas"; y Platón tuvo la mala suerte de que a este cuerdero nato le cogiera su bipolaridad con él, una injusticia, habiendo tantos sujetos sospechosos en esa era merodeando a troche y moche por las calles de Atenas. Cuenta la Mitología Griega que la bella Ío no sólo fue convertida en vaquilla por Zeus, sino que, además, para rematar, Hera le puso una avispa caballona que le picara las orejas 24/7, y esa misma avispa caballona era Diógenes para Platón, esperándolo que floje uno de esos aforismos etéreos que no aguantaban el más mínimo escrutinio del sentido común.


La cuerda de Diógenes a Platón sobre "el bípedo sin plumas" no paró ahí en ese chuípiti y esa risita, al otro día, a las 2 de la tarde, El Cínico se apareció en el Foro con un pollo totalmente desplumado, y vivo, gritando: "¡ATENAS, HE AQUÍ EL HOMBRE DE PLATÓN!", mientras señalaba con desdén al aterrado pollo.

Y ya, hasta aquí, amable lector, lo que se conocía hasta ahora sobre esta increíble broma aviar, del tripioso Diógenes al latoso Platón, ningún comentador estoico que la menciona proporciona más detalles, verbigracia, la magnitud del desorden que ocasionó en el Foro la exhibición, por primera y tal vez por única vez en la historia humana, de este pollo caminando encuero con el pichirrí al aire, vivito y despojado hasta del más pequeño plumón, entre viejos barbudos que reían a carcajadas. Dicen que el éxito fue tan grande que el pollo fue exhibido en el Foro por días, que fueron de Esparta, de Tebas, y hasta de Corinto a ver esa vaina.


Pero bueno, como dice Vox populi, el que busca encuentra, y hay un escrito atribuido a Miræsta porque, amable lector, un pollo desplumado y vivo se dice muy fácil, pero alguien tuvo que tener la encomienda concreta de agarrar ese atónito pollo y cacarearle el trake mientras le arrancaba las plumas una por una.

He aquí una traducción de un pedacito de la entrevista que Miræsta hizo, años después, a Rūlfo y a Melitôn, los dos esclavos de Piloctetes (admirador rico de Diógenes que le donó el pollo porque Diógenes además de filósofo cínico no tenía un chele) que les tocó la odiosa encomienda plumífera:

Miræsta: Esclavos, relaten lo que recuerden del evento del pollo de Diógenes.

Rūlfo: Sí, claro, sí, le relatamos. Voy a empezar yo, porque Melitôn prefiere aportar.

Melitôn: Eso ke ni ké.

Rūlfo: Esto pasó el año del Derrumbe. ¿O fue el año de la Hekatombe, Melitôn?

Melitôn: No, fue el del Derrumbe.

Rūlfo: Sí, claro, sí, el del Derrumbe... Bueno, un día el amo Piloctetes nos llamó, justo cuando Febo Apolo, en su divino carruaje, empezaba su recorrido ardiente por la tierra, y nos pidió a Melitôn, y a mí mismo, que para la una y media, en punto, quería que le lleváramos a Diógenes, El Cínico, al Foro, en una jaula, un pollo totalmente desplumao, y vivo... Nosotros nos quedamos... Melitôn, ¿cómo fue que nos quedamos?

Melitôn: Impávidos.

Rūlfo: Sí, claro, sí, impávidos

 

Sacado de acendo punto com.