11.15.2022

SAM BANKMAN FRIED Y LAS CRIPTOMONEDAS

 Hijo de dos profesores de Derecho de Stanford, Bankman-Fried (California, 1992) estudió Física en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y desde muy pronto mostró interés por el mundo de los negocios: perfeccionó sus conocimientos en la compañía Jane Street Capital, operó con ETFs (Exchange-traded fund) y a finales de 2017 dio el salto al comercio de criptomonedas.

Dos años después lanzó FTX, compañía que logró convertir en uno de los principales exchange cripto con un valor multimillonario. A principios de 2022 —precisa Forbes— los inversores atribuían a FTX y sus operaciones en Estados Unidos un total combinado de 40.000 millones. La propia fortuna de Bankman-Fried llegó a alcanzar los 26.500 millones, una suma desorbitada que se explica principalmente por la propiedad de cerca de la mitad de FTX y parte de sus tokens FTT.

Su fama se relaciona con dos grandes creaciones. La primera es la firma de trading Alameda Research, que básicamente proporciona liquidez en los mercados de criptomonedas y activos digitales. La segunda, FTX, menos conocida que Binance, pero que ha logrado convertirse en el tercer mercado de compraventa cripto más importante del mundo si nos atenemos a volumen.


Con el tiempo Bankman-Fried amasó una fortuna y, quisiera o no, fuera o no deliberado, supo camelarse a buena parte de la prensa, transmitiendo la imagen de un joven con filosofía de Robin Hood, un J.P. Morgan versión cripto. ¿Cómo? Pues más allá de los ingredientes narrativos de su historia, gracias a una más que jugosa inversión en marketing que le ayudó a ganar proyección.

Entre otros alardes de talonario, FTX alcanzó un acuerdo millonario para dar nombre al estadio en el que juega el Miami Heat, de la NBA; y transmitió un anuncio durante la Super Bowl protagonizado por Larry David. En el ruedo político también destacó como donante demócrata durante las últimas elecciones de 2022, dejando casi 40 millones de dólares en donativos, según Forbes.

Su historia, su crecimiento meteórico, en sintonía con la propia fiebre cripto y que acabó aupándolo a las listas de los principales multimillonarios, cautivó. Y se sucedieron reportajes como el que publicó en agosto Fortune, en el que ya se advertía en cualquier caso desde el propio titular: “Su estrategia de inversión contraintuitiva le hará levantar un imperio o terminará en desastre”.

Con la perspectiva que dan los meses, suena casi casi a profecía empresarial.

No todo eran rosas, claro. En otro extenso artículo publicado por Bloomberg en abril se deslizaban también algunas inconsistencias de su relato personal. Por ejemplo, apuntaba que pese al discurso social del magnate había dedicado menos a caridad que a publicidad. La imagen creada en torno a Sam Bankman-Fried acabaría saltando por los aires no mucho después, en noviembre, pero no por cuestiones relacionados con el marketing o imagen social, sino la confianza en sus empresas.

Hace varios días CoinDesk reveló que la cartera de Alameda se sustentaba en buena medida en FTT, el token de FTX. La práctica mostraba una dependencia sospechosa que generó recelo en la criptoindustria y entre los propios inversores. La consecuencia fue una retirada de posiciones en FTX y un desplome pronunciado de su token. Si a principios de mes cotizaba a 25,77 dólares, pocos días después, tras el descalabro y con la estabilidad del negocio en solfa, no llegaba ya a 3. Otro de los gigantes del sector, Changpeng Zhao, de Binance, sugirió que la situación de FTX era inestable.

Fue el primer capítulo de un breve pero intenso culebrón con múltiples capítulos, incluido el amago de Binance de tomar las riendas de FTX, y que derivó en que el viernes la compañía se declarara en bancarrota y Bankman-Fried, el otrora “caballero blanco” del mundo cripto, renunciara a su cargo como CEO. “Lamento mucho, de nuevo, que hayamos terminado aquí”, tuiteaba el empresario.

El movimiento no cierra en cualquier caso la historia de FTX y su sismo en el mercado cripto. La plataforma afronta graves problemas de liquidez, un profundo agujero y es objeto de investigaciones, informa The New York Times, por parte de la Comisión de Bolsa y Valores y los fiscales federales de Nueva York. La lupa está puesta en la relación de FTX y su firma hermana, Alameda Research, para determinar si FTX hizo un mal uso de los fondos confiados por sus clientes para apuntalarla.


A lo largo de los últimos días las aguas han estado lejos de relajarse, con noticias de un tono muy alejado de los reportajes para los que posaba Bankman-Fried en primavera. Tras la declaración de la bancarrota del viernes se habrían registrado "anomalías" tras un posible hackeo, con considerables retiradas de activos y Bloomberg asegura que el empresario ha sido entrevistado por la policía y los reguladores de Bahamas. En lo que respecta a FTX, Financial Times ha desvelado que la víspera del colapso sumaba 9.000 millones en pasivo frente a un activo líquido de unos 900 millones y Reuters apunta a la transferencia de 10.000 millones de fondos de clientes de FTX a la firma Alameda.

La propia fortuna de Bankman-Fried ha sufrido un pinchazo a la altura de lo rápido y enérgica que creció en sus mejores años: de más de 20.000 millones se ha reducido a menos de mil. Para cortar los rumores que en las últimas horas apuntaban que se había trasladado a Sudamérica (Argentina), el propio empresario ha tenido que aclarar a la agencia Reuters que sigue en Bahamas.

Más que la caída de una empresa o un directivo, por más popular y rutilante que llegase a ser en su cénit, lo que se ha roto es un símbolo, un icono de estabilidad y responsabilidad en una industria criptográfica marcada por su escasa regulación. Las principales criptomonedas ya lo sienten.