Y es que los mejores candidatos a miembros de una secta, son precisamente las personas vulnerables, a las cuales la secta ofrece una oportunidad de “salvación”. Personas con algún estado emocional alterado, que han experimentado algún cambio importante e inesperado en sus vidas: la separación de los padres, el fin de una relación, un despido en el trabajo, una enfermedad, un fracaso en un negocio, la muerte de un ser querido…. Personas a las que ha ocurrido algo malo y se sienten frustradas, faltas de cariño, solas, desamparadas, confundidas…
Y por supuesto que las sectas saben bien esto, y tienen incluso miembros entrenados en reconocer gente vulnerable a la cual abordar. Y también saben cómo hacerlo: con sonrisas, muestras de cariño, solidaridad, obsequiando un folleto con imágenes y frases cristianas motivadoras, invitando a la víctima a asistir a algún evento de la iglesia.
Este es el primer paso, después vendrá el encuentro con el “líder carismático”, el “bombardeo amoroso” por parte de los nuevos “hermanos”, y el control de información, de relaciones y del tiempo del nuevo miembro. Así es cómo funciona este negocio de lavado cerebral.