6.01.2023

JUEVES DE LA LUMBRE: UNIVERSO 25

Durante mediados del siglo XX, algunos etólogos decidieron estudiar cuáles eran los efectos que el hacinamiento por sobrepoblación podían tener en los individuos a largo plazo. Para ello se desarrollaron una serie de experimentos en el que se disponía a un grupo de animales, generalmente roedores, en un espacio con condiciones ideales para su desarrollo y reproducción.

Se podría decir que se generaba una utopía para dichos animales, pues contaban de antemano con todos los recursos que podrían necesitar. Es decir, se había creado de manera artificial un hábitat en el que los individuos no tendrían, aparentemente, ningún problema para alimentarse y reproducirse, de cara a aumentar la población original. Veremos más adelante que el Universo 25 era uno de estos escenarios.

Ahí es donde entró John Bumpass Calhoun, uno de los etólogos más importantes en las investigaciones sobre la densidad de población. Este autor fue uno de los más prolíficos en cuanto a este tipo de estudios. De hecho, fue Calhoun el creador del llamado Universo 25, entre otros muchos escenarios de utopías de ratas y ratones.

 


La hipótesis de partida a este tipo de experimentos es que, el emplazamiento elegido debería dar cabida y sustento, sin ningún tipo de problema, hasta que la población alcanzase un punto crítico, que se había estimado haciendo una serie de cálculos y dependía fundamentalmente del área del recinto, siempre teniendo en cuenta que había comida y agua suficiente para todos los individuos y no existían amenazas externas.

Pero los resultados eran implacables: nunca se alcanzaba ese punto crítico, porque la población colapsaba mucho antes. ¿Por qué?

El Universo 25 se creo en 1968 y tenía una superficie de 6,5 m2, que albergaba originalmente a una pequeña población de 8 individuos. Si existía un paraíso en la tierra para los ratones, era desde luego este lugar. Comida suficiente para todos, agua fresca, ningún depredador acechando… Las condiciones eran ideales. Aparentemente. Según los cálculos, este pequeño mundo debería haber podido dar cobijo a 3500 ratones. Pero nunca llegó a esa cifra.

Los ocho primeros pobladores del Universo 25 no tardaron en emparejarse y comenzar a reproducirse, provocando un crecimiento exponencial en esta peculiar civilización. En poco más de un año, la población se había duplicado en sucesivas ocasiones hasta alcanzar una cifra de 620 individuos, momento en el que este crecimiento comenzó a ralentizarse.

Hasta ese momento, la vida de los roedores había sido prácticamente perfecta. Tenían todo lo que necesitaban y nada ponía en peligro su vida. Pero la vida en el Universo 25 estaba a punto de dejar de ser tan bucólica, pues, sin saberlo, estaban aproximándose a una cifra crítica, no por la escasez de recursos, sino por otros factores, que no se habían tenido en cuenta.

Fue entonces cuando comenzaron a aparecer las anomalías a nivel conductual. El comportamiento de los ratones del Universo 25 empezó a ser errático. Parecía que los ratones ya no se sentían tan cómodos, y aunque todos cabían físicamente en el recinto, empezaban a sentir los efectos de una sobrepoblación. Todos se cruzaban en el camino de los otros constantemente al ir en busca de comida o agua, o al regresar al nido.

No había amenazas externas, pero comenzaron a generarse las de tipo interno. Los ratones estaban cada vez más juntos y eso implicaba peleas territoriales, traslados constantes a otras zonas del Universo 25, etc. Y surgió el problema fundamental: muchos ratones dejaron de tener un papel en esa pequeña sociedad. No había roles para todos los individuos.

 


Debido a este fenómeno, muchos de los roedores se mostraban apáticos, dejaban de moverse e interactuar, ya que no ocupaban un papel significativo en ese pequeño mundo. No tenían utilidad. John B. Calhoun bautizó este fenómeno con el término de drenaje conductual, o hundimiento conductual.

Observó que muchas hembras del Universo 25 dejaron de tratar de reproducirse. Los machos, igualmente, se alejaban de los nidos y simplemente se iban a la zona del recinto donde se encontraba el alimento. Los conflictos vecinales eran constantes y era difícil encontrar algún ratón que no contase con alguna herida o cicatriz debido a una disputa territorial.

Se observaron conductas sexuales anómalas. Había individuos que realizaban estos comportamientos de manera frenética, sin discriminación de sexos, para luego pasar a no realizar cópula alguna. Aparecieron las luchas intrafamiliares. Algunos de los ratones acabaron con la vida de sus crías. Otros expulsaban a miembros del nido. Incluso se llegaron a registrar comportamientos caníbales.

Hay que decir que no todos los ratones tenían conductas violentas. Existía un grupo, al que Calhoun bautizó como “los guapos”, cuyo comportamiento se limitaba a conductas de higiene como atusarse el pelo, aparte de alimentarse y dormir, que es la única actividad a la que se reducía la conducta de todos los componentes de la colonia.

En 1970, habiendo pasado menos de dos años desde que se inició el experimento, nació la última camada de ratones de este hábitat, por lo que la población se estancó y comenzó a caer en picado.

Los individuos habían perdido la fertilidad, por lo que, llegados a este punto, la sociedad no tenía salvación posible. Lo que ocurrió desde entonces hasta el año 1973 fue la progresiva e inevitable muerte de todos y cada uno de los ratones que conformaban el Universo 25, extinguiendo para siempre ese intento de utopía, pero dejando cuestiones muy interesantes tras este evento.

La progresión poblacional dibujó una parábola cuya cúspide se situó en marzo de 1970, momento en el cual la tendencia empezó a ser negativa, hasta llegar a 1973, cuando el Universo 25 definitivamente dejó de existir. Su población máxima llegó a ser de 2200 individuos. Recordemos que, idealmente, se consideró que este espacio podría haber albergado hasta 3500 ratones.



Pero ya hemos comprobado que, debido al drenaje conductual, un factor que los investigadores no habían tenido en cuenta, la población colapsó mucho antes de ni siquiera acercarse a esa cifra.

Una de las primeras preguntas que suelen surgir tras conocer el experimento del Universo 25 es cómo de extrapolable son los procesos que acabaron con esa pequeña civilización a la propia sociedad humana, o al menos a alguna de ellas. Lógicamente, cualquier conclusión en este sentido debe tomarse con suma cautela, pues ambos escenarios distan mucho de ser comparables.

El propio John B. Calhoun trató de buscar esos paralelismos para intentar encajar lo que había descubierto en su estudio sobre ratones en una sociedad humana. Otros autores, como Jonathan Freedman, realizaron sus propias investigaciones, esta vez con personas, pidiéndole a una serie de alumnos que realizaran diferentes tareas en unas condiciones de sobrepoblación.

Freedman observó que las conductas agresivas, así como el estrés y el malestar de los participantes se elevaba a medida que la densidad de personas en el mismo espacio crecía. De hecho, algunos autores apuntaron, acerca del del experimento del Universo 25, que la clave no residía en cantidad de individuos que compartían un mismo área, sino en el número de interacciones que todos esos animales se veían obligados a realizar.

En cualquier caso, establecer una comparativa con seres humanos es complicado, pues la sociedad humana es sustancialmente más compleja y en ningún caso cuenta con recursos infinitos para hacer crecer la población indefinidamente hasta que colapse por otros factores, como el drenaje conductual.

 

Sacado de psicología y mente punto com