Pues ya saben que hoy se
conmemora la tragedia de los sismos de 1985 y de 2017, es probable que a muchos
de los lectores les valga verga y supongo que se debe a que jamás han estado en
una situación similar (y si lo han estado pues es porque quizá son insensibles).
En el mismo sentido de lo
anterior dicho debo decir que hasta hace exactamente un año, lo del 85 se me
hacía, no sé, como pérdida de tiempo, es decir, eso de los simulacros y demás
lo había estado haciendo desde 1990 (año en el que estaba en el kindergarten) y
ya había llegado un punto en el que, no solo yo, a las personas (más que nada
gente que nació después de 1985) ya le valía verga y bueno, 32 años después la
madre naturaleza nos hizo un pequeño recordatorio de que le bajemos al
valeverguismo.
Antes del 19 hubo un sismo el día
7, con mucha más fuerza pues la magnitud fue de 8.2 (no sé qué unidad sea pues
según leí ya no se usa la escala Richter). Hubo muertos en Chiapas y otras
localidades de esa región del país, en Ciudad de México solo fue un “susto”. A
mí me resulta curioso ese suceso porque justo el día lunes 18 de septiembre
compré algunas cosillas para donarlas a los damnificados, digo que es curioso
porque al otro día seríamos los capitalinos los que, igual, recibiríamos ayuda.
Mi experiencia comienza desde el simulacro,
como todos los años se hace uno para recordarnos que debemos hacer en un sismo.
Era cerca del mediodía cuando se nos avisó a todos los usuarios del edificio de
oficinas que teníamos que bajar; algo que recuerdo mucho es que, mientras con
toda la paciencia y tranquilidad del mundo, bajábamos las escaleras una
afanadora iba “jugando” con una chica godín, unos weyes platicaban sobre los
planes para el jueves y los demás pues iban en su pedo: hablando por celular,
comentando en disqus, whatasppeando, etc. Una vez abajo, en la calle, pues lo
de siempre, el discurso de Protección Civil y demás. Recuerdo que un
helicóptero sobrevolaba la Ciudad, quiero suponer que era uno de esos de alguna
televisora y estaba haciendo tomas para el noticiero del día. Habremos estado abajo unos 30 minutos y
tardamos otros 20 en subir.
Cuando estaba ya, de nuevo, en mi
oficina me acuerdo que me serví agua en mi super vaso de Star Wars, me había
sentado y estaba revisando una consulta SQL y a la vez viendo sus atinados
comentarios. El sismo comenzó cuando le estaba contestando un comentario, no sé
si a Brion, Bashalpal o a la Bitachera mayor; en ese momento, una de las
programadoras que trabajan conmigo iba a entrar a mi oficina cando grita “¡Ay
no mames, está temblando!”, no me inmuté porque ya había vivido otros sismos en
ese mismo lugar pero siempre fueron muy leves, caminé hacía un pilar y me lleve
a la chica que no paraba de gritar y de llorar. La alerta sísmica se activó
unos 30 segundos después de iniciado el sismo, entonces la escena era dantesca.
Los primeros segundos del sismo el movimiento fue leve el piso se movía como
cuando el vagón del metro o el metrobús o el pesero inicia la marcha a una
velocidad aceptable; luego se detuvo por unos segundos e inició el movimiento
culero, el asesino, ahora las divisiones de mi lugar de trabajo son de cristal,
entonces, vibraban, el plafón era de acrílico y se caían algunas placas, la
lámpara de mi oficina cayó, uno de los muros se cuarteo, cosas se cayeron de su
lugar y francamente perdí la calma cuando un archivero que en su interior tiene
algunos gabinetes (los no geeks le
llaman “CPU”) y periféricos de computadora, unas laptops, carpetas contables y
demás chucherías; se movió como unos 20 centímetros de la pared, el motivo del
porque ahora sí “supe lo era el miedo” es que ese archivero estaba bien puto pesado
y la verdad pensé que ahí iba terminar mi miserable vida en ese momento pensé
en mi familia pero más en mi mamá, me angustiaba mucho saber que ahí iba a
morir y que mi cadáver no fuera encontrado, digo, quería, por lo menos, que mi
madre tuviera un cuerpo al que le pudiera dar un servicio fúnebre para
apaciguar su desdicha y que ella tuviera tranquilidad. Debe ser muy difícil
perder un hijo, pero creo que debe ser un dolor inmensurable el no saber nada
de él, si está vivo, muerto, herido o lo que sea.
Una vez que el sismo pasó salimos
en putiza por las escaleras de emergencia, como sabrán, estaban hasta la madre
y lo que una hora antes fue diversión y risas ahora eran lágrimas, angustia y
desesperación. A mí me parecía que toda la ciudad tenía un aroma a “obra
negra”, ya saben, ese olor a concreto, a ladrillo, a tierra. Estuvimos en la
calle cerca de una hora, le dije a mi gente que se podían retirar, que me
mantuvieran al tanto de la situación de su familia y que yo les decía cuando
volvíamos a trabajar. Me quedé porque quise regresar a cerrar bien pues, aún
hay gente mala que aprovecha las desgracias para robar. Cuando pude subir, noté
que el edificio tenía solo daños estéticos. Volví, tomé algunas cosas y me tuve
que ir caminando porque no se podía acceder al estacionamiento subterráneo
hasta que los Ingenieros determinaran el estado de ese lugar, no había Metro,
ni metrobús y los peseros pasaban llenísimos. En el camino a mi departamento
solo veía angustia y el aroma a obra negra seguía y no podía llamar a mi mamá
porque la red celular estaba saturada. Vivo en la Roma, entonces en el camino
me enteré de que algunos edificios se cayeron, que sí había muertos, que el
pedo estaba muy cabrón, yo tenía temor de haberme quedado sin casa pero por
fortuna todo estaba bien, debo decir que no hubo acceso al edificio por tres
días porque los vecinos no aceptaron el dictamen de los ingenieros del
gobierno, así que mandaron llamar a uno particular pero no pudo ir porque
estaba en chinga en otros lados. Al fin, como 2 horas y media después pude
llamarle a mi mamá, le dije que estaba bien pero que no podía acceder a mi
casa, entonces, mandó a mi hermano por mí y cuando llegue a casa de mi
sacrosanta jefecita, la abracé y me solté a llorar, tenía yo mucha
angustia, tristeza y estaba impresionado
porque sí vi edificios caídos y pude ver que ya estaban sacando cuerpos.
En días posteriores participe en
algunas actividades pero deje de hacerlo cuando, el equipo de rescate japonés
sacó de entre los escombros de un edificio en la Portales el cuerpo de una
mujer. Me resultó impactante, digo, antes ya había visto cadáveres en una
morgue, quizá lo que me impactó fue el hecho de pensar que había alguien
buscando a esa persona, que quizá tenía la esperanza de hallarla con vida, que
dejó muchos pendientes. Debe ser muy doloroso eso. Después me enteré que una vecina de la casa
de mi mamá, una muchacha a la que una vez le arreglé su laptop, murió en el
derrumbe de un edificio en Viaducto.
Quisiera escribir más pero la
verdad ese recuerdo sí me angustia mucho.
P.D. Aun, con desgracias, así hay
gente pendeja. El edificio de avenida Medellin se cayó porque unos pendejos se
metieron a huevo, ya saben, el clásico wey que dice que es jefe y que se debe
hacer lo que él dice, bueno, pues cuando bajaban pinche edificio se les cayó,
no murieron pero sí la señora de los
dulces y unos peatones que andaban por ahí, además de pérdidas de coches.