Retirado en
la paz de estos desiertos,
con pocos,
pero doctos libros juntos,
vivo en
conversación con los difuntos
y escucho con
mis ojos a los muertos.
Francisco de Quevedo
Mis queridas ninfas marinas,
Permítanme plantearles la siguiente pregunta: ¿cuántos libros
recuerdas que había en tu hogar cuando tenías 16 años?
Holi.
Antes de responder, deben saber que el pasado 2 de
octubre (no lo olviden) tres investigadores de la Universidad de Canberra y de
la Universidad de Nevada publicaron en la revista Social Science Research un estudio sobre lo que implica crecer en
un ambiente rodeado de libros y los efectos que tiene en el desarrollo
personal.
¿Cómo se llevó a cabo la investigación? Les plantearon
dicha pregunta a 160 mil personas en un rango de edad de entre 25 y 65 años de
edad y en 31 países distintos. Las respuestas, naturalmente, fueron tan
variadas como interesantes.
Por una parte, el número máximo de libros se encontró en
Noruega, donde en promedio una persona crece rodeada de 212 libros y el mínimo fue
en México Turquía, donde esta cifra de apenas 27 volúmenes. Finalmente,
el promedio general fue de 115 libros.
Por otro lado, a los entrevistados les fueron realizadas
otras preguntas a partir de las cuales se analizó sus habilidades en tres áreas
particulares: u alfabetización general,
su conocimiento y comprensión de la aritmética y su capacidad para comunicarse
y entender la información.
Los resultados que arrojó el estudio fueron de suyo
interesantes pues confirma que la cantidad no está reñida con la cantidad de
libros; es decir, no importa si se cuenta con una numerosa biblioteca o si la
persona crece entre "pocos, pero
doctos libros juntos". Lo verdaderamente trascendental es el contacto
continuo con los libros, tenerlos al alcance, convivir con ellos de forma
cotidiana y desde temprana edad verlos como parte habitual de nuestro hogar, de
la misma forma que lo es una televisión, una cama o un cepillo de dientes. Así
parece haberlo entendido uno de mis autores favoritos, Arturo Pérez-Reverte en
una narración cuya lectura no tiene desperdicio.
Como anécdota personal, desde hace un par de años notaba
que mi pequeño sobrino veía constantemente y con gran interés una réplica de
"Testa di Medusa" que pinté
hace algún tiempo en acuarela y tengo colgada en mi estudio.
Le conté la historia según la recordaba de lo leído en
"Metamorfosis" de Ovidio y me comprometí a conseguirle una versión
para niños. Así lo hice, le compré "Dioses
y héroes de la mitología griega" editada por Alfaguara Infantil. Quedó tan fascinado que ahora tenemos por costumbre leer juntos relatos mitológicos.
¿Porqué les cuento esto? Cuando yo tenía 16 años recuerdo que, a ojo de buen
cubero, había en mi hogar poco más de mil libros. Cuando crezca, mi sobrino
podrá calcular una cifra similar, pero, sobre todo, espero que los libros sean una
parte tan esencial de su vida como lo son de la mía.
Ultílogo. Les
comparto las ligas respectivas:
PD. @Dra.Tripa te
mandó un beso como el que Pigmalión le dio a Galatea.
Su mitológico amigo,
@Bruno.