“Yo no olvido al año viejo porque me ha dejado cosas muy buenas”, seguramente no pudiste evitar leer con una melodía familiar en tu cabeza. Pues bien, este clásico de fin de año fue escrito por el compositor colombiano Crescencio Salcedo.
Nació un 27 de agosto de 1903 y no sabía leer ni escribir pero sí hacer música, se dice que cuando le preguntaban sí era un compositor respondía que no pues él se consideraba un “recogedor de sonidos”.
Fue campesino como sus padres y tuvo 3 hermanos y 5 hijos. Desde niño sintió un amor por la flauta de caña y siempre las fabricó; utilizándolas como su herramienta se inició en el mundo de la composición.
El “Compae Mochila”, lo llamaban pues siempre a su espalda tenía un morral lleno de flautas listas para ser vendidas.
Crescencio no tuvo preparación pero tenía un gran talento para imitar sonidos como la trompeta, los tambores y el saxofón. Siempre se mantuvo firme en que sus canciones eran simplemente un reflejo de lo que veía. “En mi casa tengo una Chiva, una yegua blanca, una burra negra y una suegra con la que me llevo bien”.
Crescencio tuvo varios éxitos más como “Mi cafetal”, “La múcura” y “El hombre caimán”, además en Colombia la canción del “Año viejo” es considerada como Patrimonio Nacional.
A pesar de que hoy se reconocen sus obras y se le atribuyen, en muchas ocasiones fue robado comenzando por José María Peñaranda quien interpretó “El Hombre Caimán” y difundió la idea de que él había compuesto, del mismo modo Toño fuentes quien era propietario de la disquera fuentes aprovechó las necesidades económicas de Crescencio para quitarle sus canciones haciéndolo firmar contratos de exclusividad en los que se vendía, cedía y transfería la obra musical.
Contrario a lo que se puede pensar, el compositor no obtuvo grandes ganancias y siempre prefirió tener una vida humilde, además siempre se mantuvo firme a no cobrar derechos de autor, aun así creó su propio sello disquero al cual llamó “Mi Patria”, con este sus discos y obras eran vendidas a transeúntes y amigos.
“¿Derechos de autor, de qué? ¿Qué si he cobrado derechos de autor? ¿Autor de qué? Yo no soy autor de nada ¿No le digo? Y como no lo soy, no cojo nada. Recojo motivos para expresarlos en música. Otros recogen la plata…”