El
4 de marzo de 1947 el presidente de México, Miguel Alemán Valdés, recibió una
visita diplomática del primer mandatario estadounidense, Harry Truman, quien
además de participar en los protocolos de costumbre, conoció el obelisco que
está al pie del Castillo de Chapultepec, el cual fue construido en el lugar
donde se indujo que cayó Juan Escutia, uno de los Niños Héroes que murieron en
la guerra México-Estados Unidos. Esta visita desató una gran polémica, pues a
pesar de que Truman expresó su admiración hacia la heroica defensa de los
cadetes mexicanos, ese año se conmemoraba el centenario de la invasión
norteamericana a México y hubo quienes consideraron su presencia como una
ofensa a la memoria histórica nacional. Incluso esa misma noche, las flores que
Truman colocó en el monumento fueron robadas, y después arrojadas a la entrada
de la embajada estadounidense en la ciudad de México.
Aunque
la política exterior del gobierno alemanista continuó con el esquema de su
antecesor, Manuel Ávila Camacho, de cordialidad en las relaciones
México-Estados Unidos, estos hechos evidencian que prevalecía cierto
sentimiento popular antiyanqui. El recuerdo de la derrota histórica de México
en la batalla en Chapultepec contra el ejército norteamericano encabezado por el
general Winfield Scott en 1847, puso en el centro de la opinión pública la
figura de los Niños Héroes, pues además del incidente de principios de marzo,
veintiún días después se dio a conocer una polémica noticia: los restos óseos
de los Niños Héroes que murieron en defensa del Castillo de Chapultepec habían
sido hallados entre los ahuehuetes del bosque.
La
prensa hizo un seguimiento detallado del hallazgo, que fue dirigido por el
general Manuel Torrea, quien recibió apoyo del coronel Manuel J. Solís y del ex
subdirector del Colegio Militar, Manuel Plata. A partir de un plano y de los
testimonios del guardabosque de Chapultepec, los militares declararon a la
prensa que lograron encontrar el lugar exacto en donde estaban enterrados los
restos de los Niños Héroes. En la exhumación participaron los zapadores del
Ejército mexicano, algunos miembros de Defensa Nacional y peritos que
certificaron el hallazgo. El presidente Miguel Alemán, entonces, formó una
comisión con miembros de la Sociedad Mexicana de Estadística y Geografía, que
se encargó de verificar la autenticidad de los restos óseos.
Tras
algunos días de investigaciones, la comisión emitió su veredicto: los restos
hallados entre los llamados “Ahuehuetes de Miramón” pertenecían a seis
adolescentes, los dientes estaban en perfecto estado, las tibias estaban
separadas de las rótulas en virtud de la corta edad que tenían al momento de su
muerte, y coincidían con las características de los seis cadetes caídos en
defensa del Castillo el 13 de septiembre de 1847. El documento que
dio cuenta de ello fue firmado por los antropólogos Luis Limón Gutiérrez y
Felipe Montemayor García. Así, el gobierno mexicano manifestó que se confirmaba
oficialmente la autenticidad de los restos óseos de los Niños Héroes, pocos
meses antes de la celebración del centenario de la batalla de Chapultepec.
El
13 de septiembre de 1947, el día en que se cumplieron cien años de la muerte de
los seis cadetes que pasaron a la historia como héroes, en la Cámara de
Diputados se develó la inscripción en letras de oro con la leyenda “A los Niños
Héroes de Chapultepec”; y al día siguiente se celebró una ceremonia de honores
encabezada por el presidente Miguel Alemán con los restos recientemente
hallados, los cuales fueron trasladados del Museo Nacional a la Plaza de la
Constitución en seis urnas de plata, donde se les rindió homenaje.
Además,
el presidente envió una iniciativa a la Cámara de Diputados pidiendo el
reconocimiento oficial de los restos, y el 28 octubre se publicó en el Diario
Oficial de la Federación el decreto que estipuló lo siguiente: “Se reconoce que
los restos óseos encontrados en el Bosque de Chapultepec el 25 de marzo del
corriente año, pertenecen a los que la tradición popular reconoce como los
“Niños Héroes de Chapultepec”, y deben ser conservados como tales y guardados
con los honores debidos en el monumento que se erigirá para glorificar la
memoria de los defensores de la Patria”. Así, el escultor Ernesto Tamariz y el
arquitecto Enrique Aragón fueron los encargados de diseñar el Altar de la
Patria que actualmente se encuentra en la entrada de la Puerta de los Leones
del Bosque de Chapultepec. En este monumento histórico que se inauguró en
septiembre de 1952, fueron colocados los restos óseos hallados en la coyuntura
cívica conmemorativa del centenario de la histórica batalla de defensa contra
el ejército invasor estadounidense.
Entresacado
El
13 de septiembre de 1947, el día en que se cumplieron cien años de la muerte de
los seis cadetes que pasaron a la historia como héroes, en la Cámara de
Diputados se develó la inscripción en letras de oro con la leyenda “A los Niños
Héroes de Chapultepec”; y al día siguiente se celebró una ceremonia de honores
encabezada por el presidente Miguel Alemán con los restos recientemente
hallados.
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