7.06.2017

¿A qué sonó el hundimiento del Titanic?

Todos sabemos que el Titanic es la madre de todos los naufragios, el hundimiento más hundidoso que se ha producido. Y estando tan bien documentado como lo está el naufragio del Titanic, tenemos algunos detalles bastante perturbadores acerca de cómo hizo glugluglú. Uno de ellos podría contarse como la "banda sonora" del mismo. ¿A qué sonó el hundimiento del Titanic? Uno de los supervivientes era un niño de nueve años. Hasta ahí, bien: vivió para fallecer otro día. Pero años después, descubrió que le resultaba insoportable ir a los juegos de béisbol de los Detroit Tigers: el ruido de la multitud celebrando cada anotación con griterío le recordaba demasiado a los gritos de la gente ahogándose en el mar. Imagínense, y sientan como se les eriza la piel de gallina.








Un superviviente llamado Jack Thayer hizo mención al tema, en sus recuerdos acerca de la noche del hundimiento. Thayer era un joven de 17 años que fue uno de los tantos que se fue de una al agua, y ahí tuvo que habérselas cruditas para mantenerse a flote por una cantidad indefinida de tiempo, en un agua que estaba a unos dos grados centígrados. A diferencia del otro Jack, ya saben cuál, éste Jack Thayer no la armó. Lo salvó un bote salvavidas, y luego, en lo que llegó el Carpathia al lugar del siniestro, lo arrearon arriba, le dieron un agradecido traguito de brandy para el frío (y porque las penas con alcohol se pasan mejor, claro), y eso lo puso a dormir.




Al final, Jack Thayer que era de Filadelfia, la capital de Pensilvania, vivió el resto de sus días ahí. Y es que llegó a vicepresi de finanzas de la Universidad de Pensilvania. Pero su mamita se jué pa'l otro lado el 14 de abril de 1945, o sea, justito justiniano el aniversario 33 del icebergazo del Titanic, lo cual es... buenoooooo... Al pobre hombre lo encontraron poquito después, se había suicidado en su automóvil. Era joven todavía: tenía apenas 50.

Pero en fin, a lo que íbamos: el asuntito del ruido de los náufragos del Titanic. Jack Thayer entregó su propia impresión del ruido en cuestión. Para él, el griterío de las víctimas ahogándose le recordaba el ruido de las langostas merodeando por los campos de Pensilvania en una noche de verano. Por lo que, suponemos, maldita sea si le quedaron ganas de ir a pasearse por los campos de Pensilvania en las noches de verano. En esas circunstancias, yo no lo haría. Pero claro, cuando uno llega a vicepresi de finanzas de una universidad, no es como para pensárselo demasiado.

Cortesía de God ∞: