Es curiosa la forma que tenemos de comportarnos los humanos
en algunas ocasiones. Nuestra lógica y modo de vida nos suele abocar a la
búsqueda constante de la felicidad, pero nuestras acciones distan
mucho de esta búsqueda en determinados momentos. Por ejemplo, si nos sentimos
mal o “de bajón”, lo lógico sería buscar alguna forma de subirnos el ánimo,
como escuchar música alegre, ¿verdad? Bueno, como ya saben, la realidad es que
en muchísimas ocasiones buscamos justo lo contrario… música triste. ¿A qué se
debe esta falta de lógica en
nuestros actos?
Esto han intentado descubrir en un estudio llevado a cabo con
65 participantes irlandeses, alemanes, holandeses, españoles y estadounidenses
de entre 18 y 66 años que habían tenido una experiencia negativa y
posteriormente optaron por escuchar música triste.
Se analizaron las descripciones de los participantes y se
buscaron temas recurrentes en las elecciones de su música. Las respuestas se
dividieron en dos temas primordiales: las estrategias de los participantes para seleccionar música
triste y las
funciones que cumple dicha música.
Entre las estrategias de los participantes, es decir, el porqué buscaban escuchar música
triste, se encontraba el deseo
de conexión. Los participantes querían música que conectara e hiciera
juego con su estado de ánimo actual.
“Yo no quería que la
música me subiera el ánimo, sino que quería quedarme con esas emociones durante
un tiempo hasta sentirme lista para deshacerme de ellas”
Otra de las estrategias que usaban los participantes era un disparador de memoria, es
decir, buscaban experimentar nostalgia o sentirse más cerca de la persona que
habían perdido.
“Elegí esa música
porque sé que a mi ser querido le habría gustado esa misma canción también”
Tanto las estrategias de selección musical como las
funciones que cumple dicha música triste están estrechamente relacionadas. Los
pacientes hablaban de una re-experimentación
de su afecto, la sensación para sentir “humanidad común” en lugar de
sentir soledad y aislamiento respecto a los otros individuos. También hubo
participantes que describían a la
música triste como “un amigo”, como una forma de empatizar su
sufrimiento; o veían la música triste como una forma de mejorar su humor, recuperar recuerdos y ser más sociales, pues así se sentían más cerca de sus seres
queridos. Incluso afirmaban que este
tipo de música podría actuar de distracción, pues así escapan del
silencio, sin tener que recurrir a música alegre con la que no sentirían ningún
tipo de empatía.
Como conclusión, podríamos afirmar que pensándolo fríamente puede que nos
parezca un comportamiento ilógico el hecho de “regodearnos en nuestro propio
sufrimiento”, pero puede que esta forma de comportamiento sea una autorregulación
natural que todos y cada uno de nosotros debemos experimentar en ciertos
momentos de la vida.
¿Ustedes que opinan? ¿Hacen lo mismo??