12.16.2016

Naces, creces, te haces ñoño, mueres

Ahora que estamos en la cúspide de las redes sociales es muy fácil encontrar coleccionistas de casi cualquier cosa, la onda estaba más chida cuando pensabas ser el único desadaptado que juntaba juguetitos, cuando la cajera de la bodega aurrerá se te quedaba viendo con extrañeza y lástima pensando en el pobre wey que gastaba cientos de pesos en monitos y en una sola exhibición, ahora es muy común e incluso bien visto. Ahora que los coleccionistas son legión se presenta en las redes sociales un lugar común, la pregunta "¿hace cuánto eres coleccionista?", resulta muy divertido ver chavos de 15-20 años diciendo que tienen 15 años dedicados a tan noble pasatiempo, obviamente es una falacia, no conozco a nadie que durante su tierna infancia haya tenido juguetes pensando en coleccionar, cuando chamacos a todo mundo le gustan los juguetes, a todos, no se puede pensar aún en coleccionismo, lo único que se piensa es en jugar, pues bien, de eso va este post, de como es que pasé de ser un chamaco que jugaba con sus monitos a ser un cuarentón que junta monitos.

Cuando era un chamaquito los juguetes estaban limitados a una sola fecha: el Día de Reyes, no teníamos juguetes otro día, ni por navidad, ni por cumpleaños, ni por Día del Niño, ni por sacar 10 de promedio, ni nada, solo el Día de Reyes, y por lo tanto era un día sumamente especial, un día que se esperaba con ansia desde noviembre, cuando empezaban los anuncios con el Tío Gamboín y Chabelo, no puedo quejarme, conservo muy gratos recuerdos de aquellos años, de esas noches sin poder dormir solo pensando en la magia que ocurriría esa noche cuando, de la nada, aparecían juguetes en tu casa, frente al árbol de navidad, de ir a despertar a tus papás para mostrarles lo que te habían dejado, de entrar corriendo a su habitación gritando "ya llegaron los reyes!!!!" con una sonrisa mazorquera de oreja a oreja, y ellos solo sonreían fingiendo sorpresa, buenos recuerdos, del Castillo de Mickey Mouse, de trenes eléctricos, autopistas scalextrix, weebles, Spiderman y Batman voladores, de salir a la calle apenas rayaba el sol, con los amigos de la cuadra, todos felices, todos sonriendo, todos gritando de júbilo, memorias de una época que se fue como el agua, de algo casi olvidado, tan lejano que solo alcanzas a suspirar, a encogerte de hombros y volver a la rutina con los dedos acariciando la memoria.

Y como todo lo bueno que hemos tenido alguna vez, debe terminar, no hay bien que dure cien años, pienso que para mí y mi hermana terminó muy pronto, trato de entender que quizás la economía no permitía seguir con la mentira, pero lo recuerdo muy doloroso, lo recuerdo como uno de los días más tristes de mi vida cuando mi padre me preguntó si sabía acerca de los Reyes, solo pude decirle tres nombres, de tres tipos que no conocía pero imaginaba, y mi padre me lo soltó así, de sopetón, no recuerdo haberle dicho nada, solo asentí aceptando la verdad, lo que sí recuerdo es que esa noche lloré, en el silencio de mi habitación, cubierto con la almohada para que nadie lo supiera, con la tristeza de quien sabe su infancia perdida, de quien tiene la certeza de haber dejado de ser un niño, un último Día de Reyes, uno donde no hubo sonrisas, ni algarabía, ni gritos, ni salir a la calle con los amigos... solo abrir los juguetes, los últimos y volver a la cama con desdén, tenía 10 años y dejaba de ser niño, y decía adiós a los juguetes, recuerdo que casi no jugué con ese par de figuras de James Bond, estuvieron mucho tiempo en un cajón hasta que el tiempo, y mi hermano menor hicieron su labor.

Durante un año entero traté de convencerme que, como había dicho mi padre, ya estaba grande para juguetes, que era cosa de niños, de escuincles, durante todo un año hasta el siguiente 6 de enero, cuando sabía que no habría nada para mí bajo el árbol, cuando dejó de ser especial aquel día, debió ser 1985, ahora, con dos niños menos a quienes comprar juguetes, el cargamento de mi hermano menor fue poco menos que impresionante, yo me quedé estupendefacto de ver el montón de juguetes que le habían comprado, puras figuras de star wars, y entonces supe que mi padre estaba equivocado, cada año desde aquel 1985 hasta 1992, los 6 de enero resultaron muy tristes, ver desfilar juguetes de star wars, GI Joe, Dino Riders, Voltron, Transformers, y así hasta las Tortugas Ninja, todos esos años cuidé de esos juguetes como si fueran míos, y me enojaba si mi hermano perdía un accesorio o rompía alguno, sobra decir que conservo algunos de los juguetes que pude "rescatar" de aquellos años, algunos que de pronto mi hermano "perdía" y no volvía a encontrar fueron a parar al fondo de mi cajón, aún me gustaban los juguetes, pero nadie debía saberlo, era mi secreto, mi pequeño secreto.

Foto de una parte de la colección del autor
Poco después de eso tuve mi primer trabajo, como empacador en un supermercado, curiosamente no me compré un solo juguete en aquella época, me pasé la adolescencia renegando de ese gusto que ya entonces me parecía infantil, pero seguí conservando los juguetes que fueron de mi hermano,terminé la prepa y cuando estaba en la universidad, trabajando en aquella cremería que alguna vez les conté, un día caminando por el supermercado me encontré, casi sin querer, caminando por los pasillos de juguetería, no miré los juguetes, pasar por ahí fue involuntario, absorto en mis pensamientos fue como llegué, pero de reojo vi un logotipo bastante familiar "Star Wars", volteé la mirada llena de nostalgia, miré durante algunos minutos todas esas figuras y decidí comprar un juguete, solo uno, por la nostalgia, por los viejos tiempos, solo por eso... quien guste de los juguetes lo entenderá, luego de ese vino otro, y luego otro, y así, hasta que no hubo suficiente espacio en aquel viejo cajón, entonces lo decidí, limpié una repisa del librero y puse todos los juguetes que poseía, mi familia por supuesto quedó muy sorprendida, tuve que explicar que jamás, en todos esos años, había perdido el gusto por los juguetes, imagino que así debe ser salir del clóset, y de cierto modo fue lo que hice, salí del clóset de la ñoñez, el resto, como dicen, es historia.




Cortesía de El Viejo del Costal