"El populismo es el uso demagógico de la
democracia para acabar con ella"
El pueblo soy yo, Enrique Krauze.
"Este
es un libro contra la entrega del poder absoluto a una sola persona".
Así inicia este libro, el más reciente del historiador mexicano Enrique Krauze
Kleinbort.
En forma de ensayos, el Dr. Krauze aborda un
tema tan antiguo como, misteriosa y paradójicamente, actual. Para efectos
lúdicos, digamos que el libro se divide en tres grandes apartados:
I.
Anatomía
del poder en América Latina.- En esta primer parte, se aborda de forma de
suyo encomiable el devenir histórico de las principales ideológicas políticas
que han cimbrado a nuestro continente. Lo más interesante es la forma en la que
el autor logra hilvanar la peculiar idiosincrasia del pueblo latinoamericano,
encontrando allí raíces que chocan entre Santo Tomás de Aquino y Maquiavelo, y
así dilucidar por qué Latinoamérica ha tenido gobiernos tan disímbolos y, en no
pocas ocasiones, catastróficos. En esta primer parte se esboza mucha de la
personalidad de un pueblo que con particular debilidad ha sucumbido ante
mesiánicos personajes y esa debilidad tan nuestra por encomendarnos a un
salvador.
II.
Populismo
y dictadura.- En esta segunda parte del libro, Krauze recoge la tragedia
cubana, la destrucción de Venezuela y el mesianismo de AMLO. Algo digno de
recuperar de esta parte del libro lo constituye el Decálogo del populismo,
mismo que cito en sus ideas principales:
1)
El populismo exalta al líder carismático. No
hay populismo sin la figura del hombre providencial que resolverá, de una buena
vez y para siempre, los problemas del pueblo.
2)
El populista no sólo usa y abusa de la
palabra: se apodera de ella. La palabra es el vehículo específico de su
carisma.
3)
El populismo fabrica la verdad. Los
populistas llevan hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino "Vox populi, Vox dei". Pero como
Dios no se manifiesta todos los días y el pueblo no tiene una sola voz, el
gobierno "popular"
interpreta la voz del pueblo, eleva esa versión al rango de verdad oficial, y
sueña con decretar la verdad única.
4)
El populista utiliza de modo discrecional los
fondos públicos. No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las
finanzas.
5)
El populista reparte directamente la riqueza.
6)
El populista alienta el odio de clases.
"Las revoluciones en las democracias", explica Aristóteles, citando
"multitud de casos", "son causadas sobre todo por la
intemperancia de los demagogos".
7)
El populista moviliza permanentemente a los
grupos sociales. El populismo apela, organiza, enardece a las masas.
8)
El populismo fustiga por sistema al
"enemigo exterior".
9)
El populismo desprecia el orden legal. Hay en
la cultura política iberoamericana un apego atávico a la "ley natural"
y una desconfianza a las leyes hechas por el hombre.
10)
El populismo mina, domina y, en último
término, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal.
III.
El fascista americano. Esta parte del libro
debe ser, sin duda, una de las más interesantes. En ella, a manera de
cronología de una tragedia, Krauze recupera algunos de sus principales ensayos
sobre la elección estadunidense de 2016 en la cual resultó ganador Donald
Trump. Aquí se da fe sobre las cuasi inexistentes posibilidades de Trump, un
empresario misógino, xenófobo, racista y evasor de impuestos, de hacerse de la
candidatura de su partido, pasando por el pasmo de su postulación y la
incredulidad ante su elección como presidente.
Finalmente, Krauze cierra el libro con una
breve remembranza sobre las raíces históricas del populismo, misma que nos
remonta hasta Atenas, con titanes de la filosofía de la talla de Platón y
Aristóteles y sus ideas sobre esta tan interesante como polémica forma de
ejercer el poder.
La Diosa
de la democracia, estatua provisional erigida por estudiantes chinos durante
las protestas de la plaza de Tiananmén de 1989.
Crítica. Krauze,
intelectual con credenciales de historiador por demás certificadas, nos brinda
un libro tan actual como necesario. Con la prosa tan libre como informada que
lo caracteriza, este libro se antoja como una bocanada de aire fresco en medio
del sofocante ambiente que vivimos actualmente.
Me refiero al continente americano en su
conjunto, con un fascista como presidente de la –todavía- nación más poderosa
del mundo, pasando por la hermana Cuba, esa pequeña isla que convulsionó la
geopolítica del siglo pasado, desde el triunfo de la Revolución y la esperanza
que esta trajo hasta la actual crisis humanitaria y de violación de DDHH en que
se encuentra hundida, la crisis venezolana con un dictador que después de
hundir a un pueblo entero en la miseria y dejar a un chofer de autobuses como
sucesor ahora padece similar crisis a la cubana.
Finalmente, considero que la principal virtud
de este libro radica en algo que siempre he criticado tanto de los detractores
como de los férreos seguidores de AMLO, la banalización de la ideología y,
sobretodo, de las consecuencias que un populista como López Obrador en el poder
puede conllevar.
Mientras que los seguidores del líder de
Morena subestiman ad nauseam el
peligro que representa, los críticos de AMLO poco aportan al debate, al pintar
un panorama nacional catastrófico al día siguiente de la elección, el país en
crisis inmediata, escasez en todos los supermercados, fuga masiva de capitales
y el país inmerso en una debacle inmediata, lo único que logran es
caricaturizar el proceso político más importante en la historia del país. Y
Krauze logra, con sólidos argumentos históricos, sociales e ideológicos, así
como cifras y datos duros y crudos, demostrar que un demagogo es un personaje
que, apelando a la parte más enraizada de los sentimientos, azuzando el odio,
la sed de venganza, separando a la nación entre buenos y malos, es como logra
hacerse del poder. No es en un día, ni en un mes, al demagogo le llevan años
destruir, corroer desde adentro las bases más sólidas de la democracia, pudrir
desde adentro los cimientos más firmes del Estado.
Esto es lo más trágico, esto no es ver la
muerte pronta y subrepticia de un enfermo terminal, es más bien ver como un
cáncer (en este caso el demagogo) infesta un cuerpo sano y vigoroso (la
democracia) y se va apoderando de él, lo va debilitando hasta la muerte, pues
como bien dice la cita con que da inicio esta colaboración, el populismo es el
uso demagógico de la democracia para acabar con ella. Una vez que el populista
ha cercenado la libertad de expresión, limitado los derechos humanos, abstraerse
del mundo entero para centrarse en su proyecto personalísimo, puede entonces
declamar a viva voz: El pueblo soy yo.
Valga la pena este breve ejercicio de
reflexión ahora que, quisiera equivocarme, nuestro amado país se encuentra en
la antesala del infierno.
Su amante colaborador,