5.07.2018

Lunes de Lumbreras


"Los escritores viven de la infelicidad del mundo. En un mundo feliz, no sería escritor".


En muchos sentidos y formas tenía y siguen teniendo vigencia las palabras de José Saramago. Además de ser uno de los escritores más acabados de la literatura moderna, José nos ha legado una forma tremendamente pura de escribir, al grado de que de entre sus páginas sus detractores encontraron elementos suficientes para excomulgarlo.

En esta, mi primera colaboración a este lujoso espacio, no deseo polemizar al respecto. Al contrario, es mi interés el compartirles algunas formas y cuitas más polémicas que algunos escritores guardaban al escribir.

Se dice que Murakami - autor que me parece poco formado y, en todo caso, de buena escritura-, se levanta a las 4 de la mañana y no para de tomar café en todo el día. Algo más hacía Honoré de Balzac, un rollizo camarada, que llegaba a tomar 50 tazas diarias.

Por su parte, de Victor Hugo se decía que acostumbraba escribir siempre desnudo.

Bocabajo y bocarriba.

Dan Brown, tinterillo venido a más, ha confesado escribir bocabajo, pues esto le permite relajarse y concentrarse mejor en eso que el mismo cataloga como escribir.

Virginia Woolf, Lewis Carroll y el borrachín de Hemingway (de quien me permitiré hablar en ulterior ocasión, si la vida nos da licencia), escribían de pie.

T.S. Eliot.

Thomas era todo un personaje, quien además de ser ganador del premio Nobel de Literatura, consta que se pintaba la cara de tono verduzco para mayor dramatismo en la redacción de The Waste Land.

F. Scott Fitzgerald

Muchos escritores pulían sus obras al vapor de humos etílicos, pero ninguno como Francis, quien bebía únicamente champagne. Supongo que, a Poe, escritor que guardo como uno de los mejores del siglo XX, debió escuchar con mayor detenimiento al autor de marras, cuando decía que “cualquier cosa en exceso es mala, pero demasiada champagne es justamente buena".

Finalmente, no podría dejar de mencionar a Hunter S. Thompson, de quien será mejor simplemente citar la rutina diaria al escribir, llena de drogas y alcohol:


Eternamente suyo,

Bruno.