Ah, tus manos en mi piel…
Recorriendo sin tapujos los recovecos, las honduras, las llanuras, las
concavidades y convexidades de mi cuerpo, las extensiones finitas de mis
terminaciones nerviosas, cada poro, cada grieta, cada hueco… Tus atrevidas
manos, tan suaves en el contacto con mis sensaciones, tan fácil que resbalen
lujuriosas por mis piernas, mis brazos, mi vientre, mis pechos, mi boca. Todo
mi ser. Y sé que lo disfrutas, que no hay mayor placer que no cesar de
recorrerme entera una y otra vez y otra, como si el tiempo se detuviera en cada
beso que plantas en todos esos lugares, pudorosos o no, de mi persona. Te place
sacar todo lo lascivo que hay en mí con el simple contacto de tus manos, de tus
labios, no hace falta más que una mirada de tus intensos ojos para prenderme en
llamas y querer perderme en la intensidad de nuestras uniones carnales y
espirituales. Porque, ciertamente, puede llegar a ser una experiencia cuasi
religiosa la del rozar de tu piel con mi piel, de tu calor fundiéndose con el
mío, de los ojos cerrados, la boca entreabierta, apenas capaz de absorber todas
las pequeñas, minúsculas, y sin embargo enormes sensaciones que recorren todas
y cada una de las pequeñas, minúsculas, y sin embargo enormes perfectas
imperfecciones de mi piel.
Qué gran habilidad la tuya para
transportarme, para hacerme sentir donde nunca supe que se podía, para
mostrarme lo que dos personas entregadas en el piso o en la mejor de las camas
de plumas pueden hacer. Qué exquisita habilidad la tuya para ser capaz de
arquearme, de contraerme, de expandirme, de gritar tu nombre con el roce de tus
manos y todo lo que no son tus manos, de quedarme ronca por el explotar de mi
placer… Y sé que lo disfrutas, que te encanta observar cómo mi cuerpo se
contorsiona bajo tus atenciones, cómo mi cabello se alborota, mis manos buscan las
sábanas para encontrar un agarre en este mundo terrenal que no dejo de querer
abandonar bajo ti, sobre ti, junto a ti, a tu mismo nivel, o todo lo contrario.
Sé que mi mirada, húmeda de deseo, cargada de promesas de todas las cosas que
quiero devolverte, te enciende, te asombra, te hace querer más de mí, aunque
sabes que siempre te lo doy todo. Sé que ahora es tu turno de asombrarte, de
perderte, de romperte en mil pedazos con mi cuerpo como único testigo, que eres
tú el que va a implorar a los poderes divinos y extraterrenales de mis manos,
mis labios, mi cuerpo entero. Y no haré más que darte todo lo que tengo, que
hacerte sentir todo lo que pueda, todo lo que seas capaz de soportar, si es que
en algún momento fue una carga sentir tanto placer.
Ah, tantas sensaciones… Junto a
ti. Siempre.