2.09.2017

La gente de limpieza


Ahora que el blog cumplió un año, y la señorita Mapache trajo a cuenta la conversación que le dio origen, me acordé de algo que se me olvidó preguntar cuando empecé a participar aquí. ¿Cuál es la línea editorial?, a según de este post, sería "Abordar temas que son tabúes desde una perspectiva más realista, aún cuando pueda ser incómoda", aunque creo que más bien cada quién ha hecho lo que quiso, bueno, menos el joven Grimaldo que sí se la pasa haciendo corajes (y eso parece divertir a la gente) 

En fin, que estuve pensando que podría escribir yo que fuera incómodo y realista, y me acordé de un tema que nunca quise subir a mi blog personal, básicamente porque soy un ser de luz y así, sin embargo, creo que este sería el lugar idóneo: la gente de limpieza.

Dicen que el trabajo dignifica al hombre, no sé yo, pero creo que también lo puede denigrar. Vamos a saltarnos toda la onda sobre las pésimas condiciones laborales de los que trabajan haciendo limpieza en las oficinas (sobre todo, porque a ciertos lectores y colaboradores les puede lastimar su sensibilidad panista) y vamos a irnos directamente, ¿qué le pasa a esa gente?

Hablo desde mi experiencia. He conocido de todo, como las dulces viejecitas que acaban enterneciendo el corazón de todos, aquellas que nos cuentan la dramática historia de su vida, sobre sus veinte hijos que ya no la visitan, sobre los otros quince que abortó, y como al menos con esto saca para poder comprar algo de comida que llevarse a su boca totalmente desdentada... claro, todo eso mientras redistribuye la mugre sobre el escritorio con un trapo oloroso a humedad, ni como decirle que no. Lo malo es que uno termina comprando toallitas húmedas y dándole un trapazo a escondidas de la viejita.

También están los vatos locos, ese, esos chavos, digo, rucos, que todavía usan su bigotillo a lo pandilla chicana, traen uno que otro tatuaje, o el brazo todo escurrido del ácido que se echaron para borrarse las marcas de prisión, y que imponen con su voz, hasta parece que después de trapear furiosamente tu lugar van a sacar su navaja y te van a pasar báscula. Acá en la oficina tuvimos uno que empezó a ponerse cada vez más loco, al punto que si no dejabas que limpiara tu lugar (por cargas de trabajo), prácticamente te amenazaba... ¿de qué?, ¡pues de que tu lugar se iba a quedar mugroso!

Igualmente están los chicos especiales, esas pobres almas inocentes de dios que se quedaron a medio camino entre la idiotez total y la tontería fingida, sabe que onda con ellos. Acá había un chico que te pedía la basura de tu bote cuando estabas en el trono, y si no se la pasabas neceaba o se quedaba esperando hasta que terminaras y el pudiera entrar por ella, ese mismo chavo, a veces se ponía a platicar con mi vecino de escritorio, y el cabrón casi, casi se sentaba en mi escritorio, bien quitado de la pena.

Otro personaje es el padrino, ese que, como dice el nombre, le habla a todo mundo, es buena onda, es chido, te saca platica y luego agarra confianza (quietos, albureros del blag!) y empieza a manipular despacito, leve, y hasta la gente termina cooperando con una propina voluntaria (de a fuerzas) porque amablemente cambia los garrafones del agua, al final es como una onda mafiosa entre las secretarias y el de limpieza, deja de hacer la limpieza, o sólo la hace a la gente que le cae bien, los demás, que se pudran en polvo y marcas de café en su escritorio.

Hay muchos tipos, queremos que nos describan los que ustedes conocen. Para cerrar, les dejo el de la chica guapa, ya saben, la chavita que no pasó de la prepa, tiene ya dos niños, pero va ligeramente escotadita y se pone a platicar contigo y empieza un leve coqueteo. Si no te pones vergas eventualmente te sacará un par de billetes para la leche de sus niño, y ella te pagará mostrando un poco más de escote o agachándose de espaldas para enjuagar la jerga. Esta chica es, casi por definición, enemiga de las demás mujeres de la oficina.



Cortesía de Null