El culto a la muerte y
el día de muertos han estado presentes en muchos pueblos a lo
largo de la historia. En México es un legado ancestral que
puede verse en las distintas culturas prehispánicas que
habitaron el territorio, y es una celebración que continúa viva hasta
nuestros días. Los orígenes de la tradición del Día de
Muertos son anteriores a la llegada de los españoles,
quienes tenían una concepción unitaria del alma, concepción
que les impidió entender el que los indígenas atribuyeran
a cada individuo varias entidades anímicas y que
cada una de ellas tuviera al morir un destino diferente.
Tras la conquista, la
unión de las creencias indígenas con el catolicismo español forjó
un carácter religioso único, colorido y que conservó en cierta forma los
recuerdos ancestralesde las viejas tradiciones
precolombinas. Una parte fundamental del día de muertos son las
ofrendas, las cuales están llenas de elementos y simbolismos; algunos de los
cuales son los siguientes:
- Imagen del difunto: Dicha imagen honra la
parte más alta del altar. Se coloca de espaldas, y frente a ella se pone
un espejo para que el difunto solo pueda ver el reflejo de sus deudos, y
estos vean a su vez únicamente el del difunto.
- Copal e incienso: El copal es un
elemento prehispánico que limpia y purifica las energías
de un lugar y las de quien lo utiliza; el incienso santifica el ambiente.
- Papel picado: Es considerado como
una representación de la alegría festiva del Día de
Muertos y del viento.
Velas, veladoras y
cirios: Todos estos elementos se consideran como una luz que
guía en este mundo. Son, por tradición, de color morado y blanco, ya que
significan duelo y pureza, respectivamente. Los cirios pueden ser colocados
según los puntos cardinales, y las veladoras se extienden a modo de sendero
para llegar al altar.
- Agua: Refleja la pureza del
alma, el cielo continuo de la regeneración de la vida y de las siembras;
un vaso de agua sirve para que el espíritu mitigue su sed después del
viaje desde el mundo de los muertos.
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