10.26.2018

Seleccionada

Me encontraba navegando Reddit desatentamente con mi celular y hablando en altavoz con Shannon, cuando sucedió: vi su rostro en uno de los anuncios laterales. Pasó demasiado rápido. Hice clic en un enlace y fui enviado a otra página; regresar a la página anterior no me volvió a mostrar el anuncio.

—Qué raro.

—¿El qué? —preguntó Shannon—. ¿Estás viendo cosas en el internet de nuevo en vez de estarme prestando atención?

—No, para nada —mentí.

Bueno, una mentira a medias. El portal de la página estaba lleno de los mismos titulares reposteados, sin sentido y sensacionalistas, que siempre había tenido. Navegar por ellos se había vuelto más una cuestión de hábito, sin prestar ninguna atención real.

—Solo estoy…

Me congelé a la mitad de la oración cuando vi su rostro de nuevo. Esta vez, estuve preparado y toqué el anuncio con mi dedo. Lo primero que cargó fue una fotografía de Shannon en una estación de gas rellenando su tanque. La única luz provenía de los faroles crudos del local.

—Shannon, ¿te detuviste por combustible en tu camino a casa?

—Pues, sí. Pero aún estoy a unos veinte minutos.

Hice el cálculo mental rápidamente. Ella vivía en Newark, a unos cuarenta y cinco minutos al este de Columbus. Eso la situaba plenamente en el medio de la nada arbolado.

—Alguien tiene una fotografía tuya en su sitio web.

Ella se rio.

—Apuesto que es un exnovio —Y después de una pausa, preguntó—: Espera, ¿hablas en serio?

Me desplacé de arriba hacia abajo en la página tratando de descifrar qué demonios estaba viendo.

—Parece que acaban de tomar la fotografía. ¿Andas vestida con una sudadera rojo oscuro y pantalones?

Su respuesta llegó acompañada de un ruido tenso de confusión.

—Pues, sí, pero es la misma con la que me visto siempre. ¿Quién habrá tomado eso? ¿Y cuándo? ¿De qué mierda es esa página?

Deslicé mi dedo hacia abajo para hacer que apareciera la dirección del sitio web en la barra de búsqueda.

—Muerte en vivo punto com.

—¿Muerte en vivo? ¿Qué se supone que es eso? ¿Es como una de esas páginas de extorsión que piden dinero para quitar tus fotografías?

Me desplacé hacia el otro extremo y encontré un cronómetro para una transmisión de video que estaba a punto de comenzar en dieciocho segundos.

—No estoy seguro. No me da buena espina. Están a punto de transmitir algo.

Me le quedé viendo a medida que aparecía el indicador circular y luego llenaba la pantalla de negro. La perspectiva se movió abruptamente por un momento, como si alguien se estuviera alistando, y luego pude ver un tablero de mandos de un vehículo grande, probablemente de una camioneta. La cámara se alzó para enfocarse en un hombre con un pasamontañas negro, pero no era él quien sostenía la cámara.

«Bien, gente», dijo con emoción mientras conducía; su voz siempre levemente distorsionada. «Esta es una nueva ronda para nuestro sitio web más reciente. Les mostraremos quién manda a estos imbéciles; eso les dará algo en que pensar». Mientras utilizaba su otra mano para guiar el volante, levantó su teléfono con la fotografía de Shannon en la estación de gas. «Este es nuestro primer objetivo. Estamos a unos dos minutos detrás de ella, pero la alcanzaremos rápido. Es una carretera recta y no hay desvíos en los siguientes diez kilómetros, así que no la perderemos». El camarógrafo fuera de foco se giró para mostrar el camino revestido por la noche. Escuché un clic; los faroles se apagaron. La voz distorsionada dijo: «¡Entrando en modo nocturno, primor! Nunca nos verá venir».

Se me heló la sangre.

—Shannon.

—¿Qué? ¿Descubriste lo que está pasando?

—Shannon —dije de nuevo, incapaz de procesar lo que veía—. Hay hombres con pasamontañas en una camioneta negra que lleva las luces apagadas. Van detrás de ti en la carretera.

—¿Qué? —sonó mitad entretenida, mitad aterrada—. ¿De qué estás hablando?

La voz distorsionada dijo: «La revancha será dulce. Creen que son mejores que nosotros, pero les enseñaremos».

—¡Shannon! —grité por mi teléfono—. ¡Sal de la carretera! ¡Te seleccionaron en la estación de gas y están detrás de ti!

—¿Hablas en serio?

—¡Sí! ¡Estoy viendo su transmisión en vivo en este momento!

—Pero ¿cómo es posible eso?

—No lo sé, ¡pero está pasando! —Y grité aún más fuerte—: ¡SAL DE LA CARRETERA!

Estaba comenzando a creerme, pero podía escuchar el pánico en su voz.

—No hay hacia dónde girar…

—¡Adonde sea! ¡Ve adonde sea!

La escuché jadear; el sonido de ramas y arbustos chocando con su auto en una sucesión rápida emanó desde mi teléfono. Fue seguido por un crujido ruidoso y un pitido electrónico repetitivo mientras exhalaba: «Ay Dios, ay Dios…».

Aún viendo la transmisión, le pregunté:

—¿Te encuentras bien?

—Estoy bien —dijo con un tono aturdido que desmintió sus palabras. La escuché abrir la puerta de un empujón y trepar los arbustos contiguos—. Estoy bien…

En la transmisión vi un par de faroles en la distancia entrando en escena.

—¡Por Dios, apaga tus luces!

—No puedo —murmuró—. No puedo entrar de nuevo.

El capó de la camioneta comenzó a girar hacia los faroles, y pude distinguir vagamente un auto en la distancia. Se había estrellado a lo que parecía ser medio kilómetro de profundidad en la maleza. Nunca la habrían encontrado si hubiese apagado sus luces.

Esa voz distorsionada dijo: «¡Ahí está!».
Le grité por el teléfono que corriera, y la escuché marcharse, jadeando y abriéndose paso a través de las ramas.

Agarré el teléfono torpemente:

—Voy a llamar a la policía.

—¡No! —se quejó—. ¡No cuelgues! ¡No te atrevas a colgar! —Podía escucharla trastabillando y deslizándose por una colina de tierra—. ¿En dónde están?

—Están corriendo por el bosque —le dije, haciéndome entrar en pánico a mí mismo. Llamé a gritos a mis compañeros de piso. Entonces vi otro detalle. Algo largo, oscuro y metálico estaba balanceándose dentro y fuera de foco en la parte baja de la transmisión.

—Shannon, tienen armas.

Rompió en un llanto pleno mientras corría.

Llamé de nuevo a mis compañeros de piso. Finalmente, uno tocó la puerta y se asomó. Grité a todo pulmón:

—¡LLAMA A LA POLICÍA! ¡UNOS HOMBRES CON PISTOLAS ESTÁN PERSIGUIENDO A SHANNON POR EL BOSQUE!

Sus ojos se ampliaron, pero se fue corriendo a buscar su teléfono.

Mi pulso aún estaba agitado. Esto no podía estar pasando.

—¿Shannon?

No contestó. Aún podía escucharla corriendo, raspándose y cayendo. Al final, la escuché saltar por una pendiente rocosa; luego hubo un grito, un crujido y, por último… nada.

—¡¿Shannon?!

Después de diez segundos de silencio absoluto, los diez segundos más largos de mi vida, la escuché carraspear y luego murmurar:

—Estoy viva. Creo que me rompí las costillas.

No tenía buenas noticias para ella. Yo mismo apenas podía hablar:

—Se encuentran en la cima de una pendiente elevada. Van por ti.

—No me puedo mover —murmuró.

La voz distorsionada de la transmisión dijo:

«Creo que ya la tenemos. ¿Es ella la que está ahí abajo? Oh, rayos, esto será divertido».

—¿Esos fueron ellos?

El teléfono tembló en mis manos.



—¿Los escuchaste?

—Solo a través del teléfono. No oigo nada más.

¡Estaban en la pendiente equivocada!

—Shannon, sé que duele, pero te tienes que esconder. ¿Está bien? ¿Me escuchas? Tienes que arrastrarte debajo de algo, detrás de algo, lo que sea. Estamos llamando a la policía.

Mi compañero de cuarto apareció en el marco de mi puerta con el teléfono contra su oreja y su rostro pálido.

—Rumbo a Newark —le indiqué—. A unos veinte minutos al oeste.

Asintió y comenzó a responder preguntas que no pude escuchar.

El único ruido de mi teléfono era de Shannon arrastrándose por las hojas y la tierra mientras sollozaba.

—¡Ahí está! —gritó la voz distorsionada y el camarógrafo se echó a correr a su lado.

No me podía mover. No podía respirar. Mi compañero de piso estaba llorando mientras hablaba con la policía. Yo solo observaba la transmisión. Por favor, no, no, no.

Oh Dios, había una silueta humana en la tierra; vestía con una sudadera roja.

—¡Shannon, te ven! ¡Están corriendo hacia ti!

Comenzó a gritar con el terror más absoluto que había oído provenir de pulmones humanos. Los dos hombres enmascarados en el video corrieron directamente hacia la persona en la tierra, la agarraron por la fuerza y comenzaron a darle la vuelta.

De pronto, la transmisión se congeló.

Me le quedé viendo a mi compañero de piso con confusión y terror.

Se acercó para ver el video congelado.

—¿Shannon? —pregunté tentativamente.

Con el altavoz justo en mi oído, escuché. Podía oír su respiración adolorida.

—No los veo —pronunció después de unos diez segundos.

Bajé el teléfono y miré el vídeo congelado. Había aparecido texto a través de él: «¿Te gustó el video? ¡Desbloquea el resto por solo $5,99!».

Tragué un nudo en mi garganta.

—¿Qué putas es esto? —preguntó mi compañero de piso.

Mientras Shannon seguía luchando por respirar en el otro lado de la línea, me desplacé hacia abajo, a una nueva sección del sitio que no estaba disponible antes.

«Aquí, en MuerteEnVivo.com, usamos información y fotografías de tu teléfono y perfil de Facebook para generar automáticamente videos aterradores. ¡Es lo último en comercialización dirigida! ¿Disfrutaste Dos Hombres con Pasamontañas? Escoge de una amplia variedad de…».

Aún estaba temblando, pero ahora por razones muy diferentes. Debajo de las palabras había una fotografía de un hombre enmascarado sosteniendo su teléfono como lo había hecho al comienzo de la transmisión. La pantalla de su teléfono era un fondo azul, y luego una serie de personas diferentes aparecieron en él.

«MuerteEnVivo.com utiliza lo más nuevo en tecnología de realidad virtual. Mientras que tú y tus amigos pueden creer que sus teléfonos están apagados, nosotros escuchamos y observamos a través de sus cámaras y micrófonos, permitiéndonos escoger qué caminos y escenas tomará la transmisión en vivo. ¡Te garantizamos que morirás del miedo!».

—¿Qué está pasando? —soltó Shannon. Podíamos escucharla arrastrándose por el suelo del bosque—. ¿En dónde están?

No contestamos de inmediato. No podíamos. Sobrecogido por una furia y una sensación de violación que nunca había experimentado antes, hice clic en los términos de servicio del sitio web. Aparentemente, había accedido a dejarlos entrar a mis datos, perfil, cámara y micrófono simplemente con visitar la página. En cierta forma, fue mi culpa. Dios mío.

Fue un anuncio. Literalmente había pinchado un anuncio de la barra lateral. ¿Quién hubiera pensado que eso iba a ocurrir?

Robado de aquí

Culichilargo