3.13.2017

"Con que salga el trabajo..."


En la institución donde hoy trabajo cada tanto sale a relucir la frase "mientras entregue el trabajo..." como excusa para hacer lo que uno quiera en la oficina, menos trabajar. Y no estoy abogando por un sistema tipo call center, donde incluso están medidas las pautas para ir al baño; yo creo que el proceso del trabajo puede (e incluso debe) incluir períodos de dispersión, pues estos ayudan a mantener la concentración en los momentos necesarios.

Desde principios de año pasamos por una auditoria y se están poniendo estrictos con el registro de salidas y entradas, al grado que hay gente que prefiere no ir ni siquiera al puesto de dulces que está enfrente. En cambio, hay gente que sigue con la misma actitud de toda la vida: llegan puntuales a registrar su entrada, para inmediatamente salen realizar el ritual godín del café y plática mañanera, amén de la salidas a comer excediendo el tiempo marcado y finalizando con la checada puntual al final de la jornada.

Yo no socializo en la oficina, pero esto es por mi carácter, y aunque no entro al deporte de juzgar a los demás compañeros de trabajo, a veces siento que hay gente que va a socializar, y como consecuencia de ello, hace un poco de trabajo. Los registros administrativos no mienten, mucha de estas personas apenas permanecen poco menos dos terceras partes del día dentro de la oficina... bueno, pero entregan su trabajo, sí en tiempo, pero no en forma, a veces la calidad de sus resultados es cuestionable.



Hoy en día se ha señalado que hay distintos tipos de inteligencia y que no todos podemos trabajar del mismo modo, sí estoy de acuerdo, y también estoy de acuerdo que no todos los procesos son iguales, el trabajo que ustedes realizan en su oficina es diferente del mío (aunque básicamente todos aporreamos teclas), pero yo estoy apelando a otra cosa.

Siento que hoy en día mucha gente se conforma con sobrevivir en el trabajo, con apenas entregar lo mínimo, con conformarse en entregar por lo que le pagan. Y no, tampoco estoy diciendo que uno deba desvivirse por la oficina y entregar su vida completa a ella. Lo que yo digo es que ya no hacemos nuestro trabajo con honor y humildad. Nos hemos vuelto arrogantes, confiamos en la cadena de producción para pendejear de lejos al otro, llenos de orgullo creemos que los demás están mal y que lo que yo hago es lo único que vale la pena y que por ello puedo hacerlo como yo quiera.

Además, nos hemos enseñado a odiar nuestra existencia, nos convencieron de que todo aquellos que no es material para presumir en las redes sociales no vale la pena vivirlo. Por eso el apego al desmadre en la oficina, el trabajo no es algo de lo que uno deba enorgullecerse, y por esa vía terminamos envileciéndonos a nosotros mismos.



Entiendo que está el tema de la falta de confianza en las instituciones y en la depredación en que pueden caer las empresas privadas, por ese camino uno no puede sentirse orgulloso quizá, pero no es por ahí que quiero alentarlos, es por algo más grande, es la visión total, esa en la que vemos como formamos parte de un todo, lo que tu haces es de utilidad a alguien más, así como lo que tu necesitas para hacer tu trabajo alguien más lo hizo.

Yo le propongo una cosa, sin caer en la frase piolina de fondo rosa y glitter, sin caer en la esperanza boba de la superación personal, sin el egoísmo y orgullo del todos-son-unos-pendejos-menos-yo, siéntase bien de hacer lo que hace, dígaselo en secreto, acepte que eso también es su vida, y vale la pena hacerlo. Ahora vaya y haga su trabajo, con honor e impecablemente, no por la empresa, no por ese fantasma que se llama país, hágalo por usted.



Cortesía de Null