Aún me sentía adormilada, realmente estaba soñando. A unos pequeños gemidos de nerviosismo,
siguieron otros, más pausados, a la par que placenteros. Inconscientemente,
lleve mi mano derecha a la zona de mi sexo, introduciéndola, con delicadeza, retirando
un poco las panties de encaje color violeta. Con la yema de mi dedo corazón,
comencé a masajearme, en pequeños círculos que se iban agrandando, llegando a
introducirlo más profundamente, acompañado del índice.
Los
movimientos se hacían más y más frecuentes, más rápidos y más profundos,
seguidos de vehementes agitaciones de mi cuerpo, a izquierda y derecha, arriba
y abajo. Arqueando mi espalda, no pude evitar que la mano izquierda avanzara
hacia uno de mis senos para acariciarlo, rozando, con suavidad, mi pezón. Y
entre todo ello, la imagen de Andrea se había instalado en mi cerebro.
Andrea, mi
amiga de toda la vida, la que me había acompañado en los buenos y malos
momentos, la que me había presentado a mi primer novio. Andrea, la de aquel
pelazo negro que llegaba a mitad de la espalda, la de cuello de porcelana y mirada profunda de
ojos rasgados. Aquella de, cuyo cuerpo, me sentía profundamente enamorada. Andrea
aparecía en aquel sueño que me había llevado a un momento de éxtasis total.
El teléfono vibró sobre el buró.
Aquel sonido
me sacó del trance, notándome humedecida y viendo como mi pecho quedaba al
descubierto. Era Andrea, un mensaje avisando que estarían en el bar su novio,
ella y algunos amigos. "No tardes en
venir, ya estamos todos" No, no tardaré en ir... Solo un poco más.