Las discusiones de pareja suelen ser situaciones tan lamentables y amargas que es perfectamente normal desear superarlas de una vez por todas con mayor madurez. No obstante, la naturaleza humana es la que es y hay que tratar de encontrar una forma más cordial de discutir.
Las discusiones tienden a iniciarse cuando te enfrentas, normalmente de
repente, a una actitud que te parece del todo egoísta, intransigente o desagradable
por parte de tu pareja. Es muy tentador reaccionar del mismo modo para
demostrar que no te vas a plegar sumisamente. Te han hecho daño y sientes que
debes devolver el daño recibido. Hacerle sufrir tanto como te ha hecho sufrir a
ti.
Puede variar la forma en que decides infligir ese sufrimiento. Quizás
chillando mucho. O dando un portazo. O quizás dejando de hablarle. Sea como
sea, el principio básico es el mismo… te han hecho daño y te tienes que vengar.
Cuando llega este momento es cuando debes preguntarte qué es lo que de verdad
quieres.
Resulta sorprendente que, cuando alguien nos hace daño, lo
último que solemos decir es precisamente que nos ha hecho daño. Nos parece
demasiado humillante revelar la herida a la persona que la ha provocado y
mostrarnos vulnerables ante quien se ha aprovechado de nuestra vulnerabilidad.
Es algo tan entendible como ineficaz. Las relaciones no están para hacerte
sentir emocionalmente seguro, sino para encontrar la conexión con otra persona.
La venganza, aunque pueda darte una sensación momentánea de fortaleza, nunca
favorece tus posibilidades de recibir el amor y el entendimiento que esperas en
una relación.
Igual convendría adoptar un enfoque ligeramente paradójico, en
el momento en el que tu pareja te haga daño, en lugar de devolver el golpe, haz
lo que podría llamarse una "digna declaración de dolor y miedo". En
lugar de enojarte puedes intentar abordar directamente el asunto admitiendo dos
cosas: Primero, que te duele que alguien en quien has depositado toda tu
confianza emocional te haya dicho o hecho eso. Y segundo, que tienes miedo de
estar tan expuesta emocionalmente a alguien capaz de hacerte ese daño.
Tras decir eso, tu pareja le dará vueltas al asunto. No le has insultado
ni le has devuelto el golpe emocional como se esperaba, que es precisamente a
lo que habría hecho oídos sordos y lo que habría iniciado un círculo vicioso de
reproches y réplicas. Te estás mostrando de forma digna y sincera. No estás
despotricando, pero tampoco le estás rogando nada. No estás siendo ni demasiado
fuerte ni demasiado débil. No le estás devolviendo los golpes ni arrastrándote.
Solo estás defendiendo tu terreno, admitiendo tu tristeza, miedo e impotencia
de un modo que demuestra mucho autocontrol.
Si nuestra sociedad fuera más sensata, las discusiones serían materia de
estudio en el colegio durante al menos cuatro años. Son tan complicadas como el
álgebra. De este modo, seríamos mucho mejores a la hora de admitir, en un tono
de autocontrol y dignidad, que nos han herido. Admitiríamos con calma que,
aunque somos fuertes y capaces en muchas otras facetas de la vida, estamos
dolidos y asustados y, pese a ello, somos suficientemente valientes y maduros
para amar y para decírselo a nuestra pareja de la forma más simple, directa y
sincera.
Y nos ahorraríamos un montón de tiempo.
♥ Claus ♥